La Parábola del “Siervo Inútil” como
Respuesta a la
Pregunta Fundamental del Creyente
I.
Introducción y Objeto
“Señor, abre mis labios, y mi lengua proclamará tu Alabanza”. En el Nombre
de Jesús, amén.
Jesús compara el Reino de Dios a un tesoro de incalculable valor que un
hombre encuentra enterrado en un terreno. Vuelve a cubrir de tierra el tesoro, vende
todo lo que tiene para comprar el terreno, para que así el tesoro sea suyo.
El Reino de Dios consiste en la presencia de Dios en la tierra, a su
manifestación de forma que nosotros lo podamos percibir o sentir. De modo
parecido, podemos comparar el Reino de Dios al cofre dentro del cual se
encuentran las joyas del tesoro, y a la tierra que recubre este tesoro. La
tierra valiosa y protectora, representan los textos bíblicos que se encuentran
antes y después de la porción bíblica que estudiamos en un momento determinado.
El cofre con sus siete candados representan las palabras relevantes en las
cuales se encuentran escritas las parábolas u otras enseñanzas que hablan
acerca del Reino de Dios.
El texto bíblico que viviremos hoy se conoce como la “Parábola del Siervo
Inútil”. “Siervo” significa esclavo, sirviente, servidor. “Parábola” es una
comparación que provoca el pensamiento y se dice para que solo entiendan
quienes aman a Dios de verdad (Mt. 13:10). Muchas de las enseñanzas de Jesús
consisten en estas comparaciones o parábolas, pues las verdades del Reino de Dios
son tan profundas, que muchas veces no pueden ser explicadas por otros medios
que no sean, precisamente, comparaciones como las que hoy veremos.
Para que recordemos el
nombre de esta parábola, pensemos lo siguiente: Este supuesto “siervo inútil”
es el más útil de todos. El “siervo inútil” de esta parábola, es el siervo más
útil de todos. No se trata de que, literalmente, nos consideremos inútiles. Se
trata de una comparación, que quiere decir actitud de humildad y de realización
personal ante el deber cumplido, por amor al deber mismo. Ello se debe a que, cuando
nosotros, con humildad, reconocemos que hacemos el bien por amor al deber
mismo, en compromiso con Jesús y el prójimo, y no buscando agradecimiento para
nosotros ni recompensas, dando gracias a Jesús por Su salvación, renovando
diariamente nuestro encuentro o relación personal con Cristo, entonces nos
transformamos en los siervos más útiles que existen, en los siervos humildes
que viven por amor. El siervo inútil es el siervo más útil de todos.
Les pido que, al escuchar esta parábola, conservemos en mente dos preguntas
que nos guiarán en la experiencia de vivir la parábola: 1) ¿Cuál es la pregunta
fundamental del creyente y su respuesta? 2) ¿Qué sentido tiene congregarse?
¿Por qué somos files en congregarnos domingo tras domingo, casi sin faltar?
¿Por qué no nos limitamos a asistir una vez al mes? ¿Por qué no dejamos de
asistir a la Iglesia y canalizamos nuestra solidaridad a través de una
organización benéfica, sin congregarnos? Estos dos grupos de preguntas nos
guiarán en la exploración de la parábola.
II.
El Contexto Anterior: La Pregunta Fundamental del Creyente
Hace un momento dijimos que si el Reino de Dios es el tesoro, entonces la
Biblia es el cofre que protege el tesoro. El excavar la tierra que protege el
cofre, representa el estudiar los textos bíblicos que se encuentran antes y
después de nuestra parábola. Escuchemos el Evangelio de Lucas, Capítulo 17:
5 Los apóstoles pidieron al Señor:
—Danos más fe.
En Lucas, autor de nuestro Evangelio y del libro bíblico Hechos de los
Apóstoles, que es la continuación de este Evangelio de Luchas, la palabra “apóstoles” tiene un sentido especial. Se
refiere a los Doce Apóstoles como pilares de la Iglesia Cristiana que floreció
tras la resurrección del Mesías, se trata de los íntimos de Jesús, pilares del
cristianismo. Al escribir que son, no simplemente los discípulos (como en otros
textos anteriores), sino precisamente los apóstoles, quienes hacen esta
pregunta, Lucas nos está comunicando la importancia de la pregunta para la
Iglesia en su conjunto, en el pasado, presente y futuro.
Esta pregunta se hace a Jesús como “Señor”, es decir, como Mesías (mashiaj), y no solamente como Mesías,
sino como Dios (Adonai), como el
Dueño (kyrius, dominus) de nuestras
vidas. Con ello se enfatiza la importancia de la pregunta.
Considero que, si la pregunta fundamental del no cristiano es “¿Cómo puedo ser salvo?”, (ver Hechos
2), entonces la interrogante más importante de toda la Iglesia cristiana es: “Danos más fe”. Si continuamos excavando
en los textos anteriores de esta pregunta, vemos que Jesús acaba de pronunciar
sus parábolas más profundas, expresando el amor incondicional de Dios, nuestro
deber de amar incondicionalmente a los demás, de proteger a los pequeños o
débiles evitándoles caer, y de perdonar sin condiciones, tantas veces como sea
necesario. (El amor incondicional se trata de amar a cada humano por lo que es,
independientemente de que nos caiga bien o no, de si podemos sacar alguna
ventaja de él o ella, independientemente de sus ideas, origen, de si es familia
nuestra o no, de si comparte o no nuestra fe, de sus creencias o acciones, de
si nos respeta o nos hiere, de si compartimos o no intereses con esa persona…)
Los apóstoles, como símbolos de la Iglesia en su conjunto, se dan cuenta de
que no tienen la capacidad de cumplir con lo que Jesús pide: Amor
incondicional. No somos capaces de amar de verdad. No podemos dar lo que no
tenemos, porque el pecado cortó nuestra capacidad de amar incondicionalmente.
Es por ello que los apóstoles piden al Señor fe, para ser capaces de ser
seguidores de Jesús.
Nosotros también tenemos que llegar
al punto de darnos cuenta de que no podemos, por nosotros mismos, amar
incondicionalmente a los demás. Ello se aplica tanto a nosotros como
personas, como también a la Iglesia en su conjunto, representada por los
apóstoles.
Asimismo podemos percibir que, por
nuestras propias fuerzas, no podemos tener fe. Por eso los apóstoles, como
representantes nuestros, piden fe al Señor.
III. La
Respuesta de Jesús
Jesús como nuestro
Dueño responde, en primer lugar, manifestando que, si tuviéramos fe, aunque
fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podríamos decirle a un árbol que
se arrancara y se tirara en el mar, y obedecería. En la época de Jesús se decía
lo de arrancarse y tirarse al mar, como un símbolo de lo que es grandioso,
maravilloso. Si nos fijamos en la historia del cristianismo, podemos ver que
esto es precisamente lo que sucedió. De una banda de ciento veinte seguidores
de Jesús, atemorizadas y débiles, tras la muerte de Jesús, llegamos a un mundo en el cual se encuentran
auténticos seguidores de Jesús en todos los continentes. Precisamente el
propósito del Libro de Hechos de Lucas consiste en mostrar cómo el Espíritu
Santo actuó para llevar el evangelio de Jerusalén a Samaria hasta el final del
mundo conocido, que era Roma.
Asimismo la semilla es símbolo de lo pequeño, como
“pequeños” a los ojos de los demás, eran las personas débiles o empobrecidas
que escuchaban a Jesús. Sin embargo, el poder espiritual se encuentra en lo
pequeño, como en esta comparación. Ante
Dios, lo pequeño es grande. Proteger lo pequeño lleva a la fe; esta es la
fuente del poder espiritual.
La segunda parte de la respuesta de Jesús se encuentra en
la parábola, que no fue Jesús la que la llamó “Parábola del Siervo Inútil”,
pero que nosotros la conocemos como tal. Escuchemos:
7 »Si uno de ustedes tiene un criado que
regresa del campo después de haber estado arando o cuidando el ganado, ¿acaso
le dice: “Pasa y siéntate a comer”? 8 No, sino que le dice: “Prepárame la
cena, y disponte a atenderme mientras yo como y bebo. Después podrás tú comer y
beber.” 9 Y tampoco le da las gracias al criado por haber
hecho lo que le mandó. 10 Así también ustedes, cuando ya hayan cumplido
todo lo que Dios les manda, deberán decir: “Somos servidores inútiles, porque
no hemos hecho más que cumplir con nuestra obligación.”
IV.
Elementos clave
Consideremos los siguientes elementos clave:
1. En el texto se utilizan las palabras “criado”,
“servidores”. El término griego significa esclavos.
2. En el verso 10 se compara el compromiso de un esclavo de
una persona, con ser esclavo de Dios. En otras versiones, en vez de decir
“Dios” se dice “yo”, es decir, Jesús. De este modo se enfatiza que somos
esclavos de Jesús, que cumplimos lo que Jesús nos manda.
3. El esclavo madruga para su labor, dedica también toda la
mañana y la tarde a su trabajo en el campo o con el ganado, y después atiende a
su Señor. Ello significa que el trabajo del esclavo es agotador, de jornada
completa: madrugada, mañana, tarde y noche. Así es nuestra dedicación: Nos
levantamos de madrugada a trabajar, y, en una u otra cosa, nos esforzamos en
nuestro trabajo durante la jornada laboral, y posteriormente trabajamos en casa
atendiendo a nuestra familia y estudiando.
4. El texto no quiere decir que somos esclavos de nuestros
patronos o de nuestras familias, pero sí que nuestro trabajo cotidiano, que se
hace para Jesús y por amor al prójimo, es sumamente esforzado, agotador. Jesús
nos llamó a tomar nuestra cruz y seguirle, es decir, a dedicar nuestro máximo
empeño en seguirle. Para nosotros, este seguir a Jesús implica trabajar con
conciencias limpias y con principios éticos, en nuestro trabajo y en nuestra
atención a la familia. Es un gran esfuerzo.
5. Del mismo modo que el esclavo trabaja sin que por ello
merezca el agradecimiento de su amo, así nosotros debemos cumplir toda nuestra
vida de esfuerzo orientada a la solidaridad, no buscando recompensas, fama o
agradecimiento ni de Dios, ni de nadie. Es decir, el motivo de nuestro
compromiso con Jesús no debe ser la recompensa.
6. El esclavo, por una parte, trabaja porque su máxima
satisfacción es ver a su amo contento. Así nosotros trabajamos para gloria de
Dios y para servicio del prójimo, de manera desinteresada.
7.
Aunque
lo anterior sea cierto, vemos que el final del texto no enfatiza únicamente la
satisfacción del amo (implícita). El texto enfatiza expresamente la seguridad
en la obligación cumplida, es decir, el deber cumplido. El énfasis de la parábola se encuentra también en que el motivo de
nuestro esfuerzo diario debe ser el amor al deber. Esta es la interiorización
de la ley o interiorización del deber propia del Nuevo Testamento o Nueva
Alianza referida en Jeremías 31:31 y ss.
8. El deber cristiano se encuentra en que tanto nuestro
trabajo, como nuestra dedicación a la familia, lo realizamos por la importancia
que nosotros damos al amor, al deber de servir a los demás, tanto en el
trabajo, como en casa a la familia, y por medio del estudio. Consideramos que el deber es justo (porque
es amor al prójimo en acción, práctico), y lo cumplimos porque es lo correcto.
Eso es amor al deber, y ello significa tomar la cruz y seguir a Cristo. Ese es
el deber cristiano.
V. El
Encuentro Personal con Jesús: Somos Débiles salvados por Jesús (leproso
samaritano).
Anteriormente dijimos que el Reino de Dios es un tesoro de incalculable
valor. La parábola que estudiamos es el cofre donde se ubica la parábola que
nos enseña sobre el Reino de Dios. La maravillosa tierra que excavamos para
hallar el cofre del tesoro, representa los textos bíblicos que se encuentran
antes y después de la parábola, y que nos permiten comprenderla mejor.
En este caso, tras la parábola del siervo inútil que es útil, se ubica la
historia de Jesús y el leproso samaritano. En la misma se narra que Jesús pasó
por la zona donde vivían las personas más despreciadas por ser extranjeras, que
son los samaritanos. Allí hablan a Jesús tres leprosos, dos judíos como Jesús y
un extranjero samaritano. Los leprosos son enfermos sumamente graves que eran
marginados y rechazados por la sociedad. Ellos le piden a Jesús sanidad, y
Jesús les indica que vayan a Jerusalén a presentarse ante los sacerdotes
judíos. En el camino, los tres leprosos son milagrosamente curados. Sin
embargo, solamente el leproso samaritano regresa a dar las gracias a Dios y a
postrarse ante Jesús. Entonces Jesús le dice al samaritano algo que no le dijo
antes a los demás leprosos: Eres salvo. Los tres leprosos quedaron sanados,
pero solo el extranjero agradecido quedó también salvo.
¿Qué significa esta historia para nosotras y nosotros? Solamente podremos
comprender adecuadamente la parábola del siervo inútil, si nos damos cuenta de
que nosotros somos el leproso samaritano. Somos personas débiles, limitadas,
marcadas, por el pecado, con la impotencia de hacer el bien y cumplir el deber
que Jesús nos manda. Amamos el deber, anhelamos cumplirlo, pero como dice Pablo
en Romanos 7, somos absolutamente incapaces por nosotros mismos de hacer el
bien.
Vivimos desgarrados por dentro, anhelando vida y ética, deseándolas, pero
sin poder estar a la altura. Nosotros, como el leproso samaritano, deseamos
poder dirigir nuestra vida, anhelamos ser los amos de nuestros destinos,
solicitamos hacer el bien por el bien mismo, pero la lepra, que es símbolo del
pecado (Rav. Bendahan), nos impide dirigir nuestras vidas, nos impide
realizarnos profundamente, hace imposible cumplir el deber que tanto amamos.
Entonces aparece Jesús. El encuentro personal con Él nos marca. Le pedimos
que, en Su Nombre, remueva de nosotros la lepra que es el pecado, y le damos
gracias. Luego, en actitud de humildad como el siervo inútil, nos postramos
ante Él, entregándole el dominio y control de nuestras vidas.
Al entregarnos a Jesús, por la ministración de la Santa Trinidad, somos
transformados (Romanos 8 y 12) para ser capaces de afrontar el cumplimiento del
deber que tanto amamos.
VI.
¿Qué significa lo anterior para nosotras y nosotros?
1- La parábola del siervo inútil nos dice cómo podemos ser siervos útiles.
No consiste en que, literalmente, nos consideremos inútiles, sino que esta
palabra “inútil”, simboliza tanto la humildad ante Jesús, nuestro Amo, como
nuestra realización personal en el cumplimiento del deber cristiano de amor al
prójimo y solidaridad en el camino de los frutos del espíritu de Gálatas 5. Esta parábola nos enseña que, para ser
“siervos inútiles” que son, realmente, los siervos útiles para Jesús, hemos de
reconocer, con humildad, que hacemos el bien por amor al bien (deber) mismo, en
compromiso con Jesús y el prójimo, y no buscando agradecimiento a nosotros ni
recompensas; nuestra actitud es dar gracias a Jesús por Su salvación, renovando
diariamente nuestro encuentro o relación personal con Cristo; entonces Dios nos
transforma en los siervos más útiles que existen, en los siervos humildes que
viven por amor. El “siervo inútil” es el siervo más útil de todos.
2- Ante la pregunta fundamental del cristiano, que consiste en pedir fe a
Jesús, la respuesta consiste en la conversión diaria. Ello quiere decir
encontrarnos cada día con Jesús, leyendo la Biblia y hablándole a Él. Le
pedimos que perdone nuestros pecados, que sea el Dueño y Director de nuestras
vidas, y que nos capacite para cumplir con Su deber de amor al prójimo y
solidaridad, en el camino de los frutos del Espíritu de Gálatas 5. En este
encuentro personal diario con Jesús, desarrollaremos el amor al deber por el
deber mismo, pues es otra forma de expresar el amor al prójimo y a la
solidaridad. Esta satisfacción del deber cumplido por amor a la solidaridad
práctica, es el verdadero empoderamiento.
Viviendo de esta manera, sin darnos cuenta, recibiremos en su momento la fe
que tanto pedimos a Jesús, la capacitación para vivir vidas rectas y justas,
tanto en lo personal como en cuanto Iglesia. De este modo la Iglesia será
renovada a través de sus miembros, y recibirá el poder espiritual del que se
habla en el libro de Hechos de los Apóstoles, que son los hechos del Espíritu
Santo.
3- Ante la interrogante de por qué decidimos ser miembros constantes de la
Iglesia, asistiendo casi todos los domingos, y de por qué no abandonamos la
asistencia a la Iglesia para dedicar nuestro tiempo a una causa benéfica, la
respuesta es la siguiente: Las causas benéficas son excelentes, pero limitadas
a largo plazo. En las mismas se ejercita el cumplimiento del deber al prójimo,
pero no se fortalece tanto el encuentro personal con Jesús, como vimos del
leproso samaritano. Las causas benéficas son como los leprosos judíos que solo
reciben sanidad, pero no salvación. Para que la causa del amor al prójimo sea
sostenible a largo plazo, a lo largo de las generaciones, generación tras
generación, se hace imprescindible el encuentro personal con Jesús. Este
encuentro es, de manera personal, cada día, y, en cuanto miembros de la Iglesia
Episcopal, que es el Cuerpo de Cristo, este encuentro es, al menos, una vez a
la semana (salvo causas justificadas, se entiende).
Vivamos este encuentro personal y de
Iglesia con Jesús, día a día, semana tras semana, por amor al prójimo, y
seremos los siervos realmente útiles ante Jesús, seremos el Cuerpo de Cristo, y
el futuro de la humanidad.
VII. Final
Finalicemos uniéndonos todos en esta oración: “Señor nuestro, gracias por la salvación en Cristo; permítenos ser los
siervos realmente útiles ante ti, por amor al prójimo. Rogamos perdones
nuestros pecados y nos renueves día a día en los frutos del Espíritu. Nos
abrimos al encuentro diario contigo, como personas y como Iglesia, para que nos
transformes completamente, y que tu Reino de amor y solidaridad se haga
presente. Dirige nuestras vidas. Gracias. En el Nombre de Jesús, amén”.
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