sábado, 14 de octubre de 2017

El Mesías como Modelo Pastoral: Reflexiones sobre el Salmo 23

El Mesías como Modelo Pastoral:
Reflexiones sobre el Salmo 23

Daniel Montero Bustabad

Todos somos pastores, pues formamos parte del sacerdocio universal, del pueblo santo, de la nación adquirida por Dios con la finalidad de gozar de comunión con Él y para bendición de toda la humanidad.


En el Mesías nacemos, nos movemos y somos. Lo que sucede al Mesías nos acontece a todos. Por ello dijo Jesús que quienes vamos a seguirle, hemos de negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz y seguir Sus pasos. Por ello un Salmo Mesiánico, como lo es el 23, constituye un llamado para seguir como laicos de la Iglesia, y también para los ministros ordenados: obispos, presbíteros y diáconos.


Como en muchos otros textos mesiánicos de la Biblia, el Salmo 23 admite un primer grado de interpretación, ligado a su contexto inmediato, así como un segundo nivel de interpretación, que liga el primer grado con un componente mesiánico.


En el primer grado de interpretación encontramos en el Salmo 23 un texto que de forma poética relata cómo el Señor es nuestro pastor. El pastor del Salmo 23 cumple una función paternal-maternal, pues las labores que dicho Salmo atribuye al pastor, corresponden a una figura maternal-paternal. En este sentido, destacamos lo siguiente: 1) El Señor nos provee de todo. Por ello dice “nada me faltará”. Además afirma que, así como el pastor lleva a la oveja a pastar y a abrevar en seguridad, del mismo modo el Señor vela por nuestras necesidades, las cuales son satisfechas en paz. 2) El Señor nos conforta en lo más íntimo de la existencia, llena nuestro vacío existencial, nos consuela. De allí los términos “confortará mi vida”. 3) El Eterno guía nuestras personas, llevándonos a rectificar cuando cometemos pecado. Así como el “cayado” es curvo para que el pastor  mueva a la oveja cuando se ha introducido en un lugar indebido, del mismo modo el Señor nos constriñe o nos hace sentir mal cuando pecamos, para que corrijamos. Además nos defiende de los enemigos, del mismo modo que el pastor, con su vara, protege a las ovejas de las fieras. La vara NO es para golpear o maltratar a las ovejas, sino para golpear a las fieras. Nuestro Pastor nos guía y resguarda. 4) Cuando pasamos por el “valle de sombra de muerte”, “por el más oscuro de los valles”, es decir, por las profundas dificultades del devenir vital, el Señor nos da la paz de su confianza y protección, del mismo modo que el pastor infunde confianza a las ovejas. 5) Finalmente, “aderezar mesa” frente a los enemigos, “ungir” con aceite, llenar la copa, son símbolos del triunfo que el Señor, en su segunda venida, nos dará frente al enemigo, y del reino eterno del cual gozaremos.


De lo anterior se sigue que podemos confiar en el Señor, pues Él todo lo provee, guía nuestras vidas, conforta o consuela en lo profundo de la existencia, nos mueve cuando nos desviamos de la ética que él desea, aleja al enemigo, nos cubre en el hueco de su mano en los momentos de oscuridad y, al final de los tiempos, nos llevará a su reinado sin fin.


El segundo grado de interpretación parte del anterior, y lo profundiza. Considera que el Salmo 23 no constituye únicamente un texto poético, sino profecía mesiánica. Consideremos lo que sigue: 1) Interpretemos un poco literalmente la expresión “valle de sombra de muerte”. Si se trata de la muerte, nos encontramos ante un algo que trasciende la comparación de un simple pastor. Se trata de algo más. Dónde encontramos que un personaje relacionado con David muera? La respuesta se encuentra en Isaías 52-53, el Canto del Siervo Sufriente, donde Jesús encontró una clara profecía de su labor de expiación por el pecado del mundo. Volviendo al Salmo 23, vemos que, de seguido de la mención de la muerte, nos encontramos con la acción de ungir. ¿A quién se unge? Mashiaj en hebreo, Mesías en castellano, significa “el ungido”. La copa resulta significativa del seder de Pascua, pues una de las copas que se beben en Pascua es la copa de la liberación mesiánica. Aderezar mesa ante los enemigos parece una alusión directa al triunfo sobre el adversario y resultan significativas las últimas palabras “por largos días”, el reino eterno, que es el tiempo mesiánico.


De este modo la segunda parte del Salmo nos invita a efectuar una relectura mesiánica de la totalidad del mismo. Dios es el Pastor del Mesías, quien le provee, le guía, le conforta, lo acompaña, lo revive, le da el triunfo sobre el adversario, lo eleva y lo lleva a reinar como rey-sacerdote por la eternidad. Si el Padre hace esto por el Hijo, es lógico suponer que Jesús lo interpretara no solo como la forma en la cual lo confortaría el Padre, sino como el llamado a que Jesús haga así con aquellos a los cuales Jesús pastorea. Se aplica el conocido principio “así en la tierra como en el cielo”. Por ello el Jesús del Evangelio de Juan se definió a sí mismo como el buen pastor, que da su vida por las ovejas, que se diferencia de todos los malos asalariados y salteadores que eran los líderes religiosos de su tiempo. Resulta claro que este Jesús interpretó en clave mesiánica el Salmo 23.


¿Cómo aplicamos lo anterior a nuestras vidas? Dios, a través de Jesús, es para nosotros el Buen Pastor. Podemos confiar en el amable cuidado del Señor. Él todo lo provee, guía nuestras vidas, conforta o consuela en lo profundo de la existencia, nos mueve cuando nos desviamos de la ética que él desea, aleja al enemigo, nos cubre en el hueco de su mano en los momentos de oscuridad y, al final de los tiempos, nos llevará a su reinado sin fin. Además, Jesús cumplió su labor de Buen Pastor amándonos, enseñándonos, guiándonos, dando Su vida en expiación por nuestro pecado, resucitando y nos llevará a la eternidad en gloria. Pero Jesús también hoy, a través del Espíritu Santo, nos ama, enseña, guía y dará el triunfo en su segunda venida.


Ahora bien, como laicos en la Iglesia, y como ministros ordenados, este texto nos llama a ser pastores, tanto para las personas de la Iglesia, como también para los no convertidos. Este Ministerio Pastoral basado en el ejemplo de Jesús como Buen Pastor nos lleva a velar por una Iglesia que: 1) Lleve a las personas al Agua Viva (Jesús), al encuentro personal con Cristo, y a desarrollar esa relación íntima con Cristo en lo individual de cada persona, y como Iglesia. 2) Conduzca a las personas a los verdes pastos que son la Biblia, el alimento que Dios nos da. Las personas pierden el norte. Debemos explicar el contenido de la Biblia y empoderar a las personas para que, como esclavos de Cristo, leamos periódicamente la Biblia y nos alimentemos. 4) Encaminar a las personas para que hallen “su paz en Cristo”, en Jesús que conforta nuestras vidas (“alma”), llena el vacío existencial y provee lo que más necesitamos en nuestro yo profundo, íntimo. 5) Guiar a las personas, llamándoles al cambio cuando se equivoquen o pequen, de una manera adecuada, constructiva no destructiva, siempre dando el énfasis, no en el pecado convertido, sino al cambio al cual toda persona es llamada. 6) Motivar a las personas a profundizar en el servicio cristiano en su vida, profesión, hogar (familias cristianas ecológicas), tiempo libre, etc. 7) Defender a las personas frente a los errores que propaga la sociedad (o cristianos) que son veneno. 8) Acompañar a las personas en sus momentos de dolor. Los amigos de Job hicieron bien cuando lo acompañaron, estando junto a él en silencio por varios días. El problema fue cuando abrieron la boca. Por ello la primer norma de nuestro acompañamiento debe ser transmitir presencia, cariño, amor incondicional, y “hablar solo cuando sea necesario”, y cuando sepamos que nuestras palabras están guiadas por el Espíritu Santo y no por nuestras ideas. 9) Motivar a las personas a comportarse rectamente, amando de forma práctica al prójimo, tanto dentro como fuera de la Iglesia, evangelizando con el ejemplo, transformando el mundo para bien de un modo radical, tomando como modelo el reino de Dios con la segunda venida de Cristo.

El laicado, como el ministerio ordenado, debe reflejar a Jesús como el Buen Pastor. Seamos fieles al llamado.



Daniel Montero Bustabad

Señales de una Iglesia Viva por Stott: Recensión Crítica


Señales de una Iglesia Viva por Stott: Recensión Crítica


Daniel Montero Bustabad


La obra reseñada aporta las enseñanzas de Stott en su visita a Iberoamérica en el año 1995 AD.  La tesis del autor (Stott) se centra en que, tanto en la Iglesia primitiva, a lo largo de la historia, así como en la actualidad, las señales de una iglesia viva se encuentran en el siguiente texto: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, y en la comunión, y en el partir del pan, y en las oraciones. Y en toda el alma había temor, y muchas maravillas y señales se hacían por los apóstoles. Y todos los que creían estaban juntos, y tenían todo en común. Y vendían sus propiedades y bienes, y repartían con todos, según cada uno había de menester. Y, perseverando unánimes todos los días en el templo, y partiendo el pan en casa, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, loando Dios, y cayendo en la gracia de todo el pueblo. Y todos los días añadía el Señor a la iglesia aquellos que se habían de salvar” (Hechos 2:42-47).

La interpretación que el autor efectúa de dicho texto consiste en que una Iglesia viva reúne los siguientes requisitos: 1) Fidelidad a la enseñanza apostólica, entendida como el Nuevo Testamento y, en general, la Biblia. 2) Comunión y ayuda mutua. Todos participan con el mismo rango de igualdad en los sacramentos (bautismo, comunión) y en atender las necesidades de los fieles, de modo que ninguna persona carezca de lo básico (afecto, atención para la salud mental y física, medios de subsistencia, etc.) Todo ello motivado por un sincero amor (generoso) hacia todas las personas, tanto cristianos como no-cristianos (I Corintios 13). 3) Adoración, oración y reverencia. Ello incluye tanto la liturgia formal en el Tempo de Yerushalayim, como, actualmente, en las Iglesias, y además en las reuniones informales en los salones parroquiales, en Cafés Anglicanos, y en casas. Ello es importante para, de un lado, rendir culto al Señor; éste es el momento en el cual el ser humano alcanza su máximo apogeo al entregarse a Dios en el nombre de Cristo, en la comunión del Espíritu Santo; asimismo las ocasiones más informales, resultan imprescindibles para conocer en profundidad a las personas que asisten a las Iglesias, forjar lazos de amistad verdadera y plena, ayuda mutua, etc. 4) Evangelismo. Muchas veces las Iglesias se enfocan en la tecnología evangelística, modelos de mercadeo, métodos de iglecrecimiento, etc., dejando de lado el punto de partida esencial: El protagonista de la evangelización es Jesús a través del Espíritu Santo. Debemos vivir en una relación íntima con Cristo (tanto en los devocionales privados como en el culto con toda la Iglesia y el convivir con los miembros de la Iglesia y del mundo), y fruto de esa comunión íntima, será la proyección del evangelio hacia las personas no convertidas; de allí vendrán las conversiones y el crecimiento de la Iglesia. En otras Iglesias es muy natural vivir sabiendo que la Iglesia no va a crecer, y el evangelismo no existe. El texto comentado llama a esas Iglesias a una conversión y a tomarse el crecimiento en serio. 5) Énfasis muy especial en la red de relaciones personales que implica el ser Iglesia y vivir en Iglesia, empezando por la relación íntima personal con Jesús, las relaciones de afecto y apoyo con los miembros de la Iglesia, y las relaciones cordiales con los paganos. Cuando los no convertidos ven nuestro afecto, buen comportamiento y la presencia de Cristo en nuestras vidas, van a querer iniciar o fortalecer una relación con Jesús.

Si tomamos el título de la obra “Señales de una Iglesia viva”, analizamos que el autor expone su tesis en el primer apartado del artículo con referencia a la Iglesia primitiva en Hechos y epístolas paulinas. Esta tesis se podría condensar en explicar la fórmula “viva” Sin embargo, dedica los demás acápites de la obra a detallar cómo es la “Iglesia” a la luz de los primeros cuatro capítulos de la Carta a los Corintios, y cómo el “ser-Iglesia” se ve impactado por el mensaje de “viva” ya explicado.

En primer lugar, detalla la significativa frase “imperfectos, pero enriquecidos”. La Iglesia de Corinto es santa, apartada para Cristo, la esposa del Cordero, pero a la vez, actualmente, hasta la venida de Jesús, es un grupo de personas con todas las debilidades e imperfecciones propias tanto de las personas, tanto en lo individual, como en lo grupal. Por ejemplo, reinaba la desunión entre ellos, pues unos se identificaban con un líder, otros con otro, y así sucesivamente, mientras que otros afirmaban una comunión privilegiada con Jesús que los hacía superiores a los demás, quizá por haber conocido a Jesús en persona en su ministerio terrenal. Pablo refuta las razones de esa desunión, los llama a tornarse uno, pues Cristo es uno, indivisible, y a vivir esa unidad a lo interno, así como proyectarla a lo externo como sacramento viviente de la presencia de Cristo al mundo. Somos imperfectos, pero enriquecidos por la acción del Espíritu Santo, de modo que debemos dejarnos moldear por el Espíritu para crecer en la fe, tanto en teoría como en la práctica (ortopraxis); de este modo, el Espíritu hará que, cada vez con mayor perfeccionamiento, seamos sacramento viviente de la presencia de Cristo al mundo, llamando a la conversión de todos (ver también Filipenses 1: 21 y ss.: la unidad de los cristianos y su firmeza en la fe  a pesar de los problemas, es la demostración de que el bien vence y prevalecerá sobre el mal, y de que Cristo volverá).

Ante esta imperfección en camino de perfectibilidad, en segundo término, el autor explica que el Evangelio y la Iglesia son poder de Dios en la debilidad. Ello se debe a lo siguiente: 1) El evangelio en sí mismo es debilidad a los ojos de los no convertidos: Escándalo para los saduceos (no para los fariseos rectos ni para los esenios, en criterio de quien reseña), al tratarse de un mesías crucificado y locura para los griegos (conocimiento que nos lleva a la debilidad y a la fe en la resurrección de los muertos, que es fealdad para los griegos). 2) El evangelio es predicado por personas débiles, en debilidad. 3) El evangelio es aceptado mayoritariamente por los débiles. No debemos abstenernos de evangelizar ni a los ricos ni a los poderosos, siguiendo el brillante ejemplo de Jesús y Pablo, pero debemos reconocer que, de hecho, las comunidades ministradas por Pablo eran mayoritariamente integradas por lo que en ese entonces (y ahora) se consideraban la escoria. Ante esta triple debilidad, se manifiesta el poder de Dios, a través de la conversión providencial de personas y más personas. Podríamos intentar explicar este gran impacto de conversiones, de la siguiente manera: Cuando el Evangelio es predicado por personas débiles, con las mismas debilidades que los oyentes, éstos se sienten identificados con los expositores, bajan las defensas ante el mensaje, y observan cómo Cristo ha transformado para bien las vidas de los predicadores débiles. Por eso se convierten. Sin embargo, quien comenta considera que en la conversión de tantas personas existe un elemento milagroso que se debe atribuir al Señor. (Deseo que este poder de Dios en Cristo por el Espíritu Santo entre en mí para gloria exclusiva de Dios Padre; asimismo ruego al Señor que también me libre de los siete pecados capitales, y de los demás).

Como resultado de la victoria de la debilidad por el poder del Espíritu Santo, en el siguiente apartado, el autor explica que las tres personas de la Trinidad intervinieron en la composición de la Biblia, la palabra de Dios. “La Palabra vino de Dios, se enfoca en Cristo y fue inspirada por Espíritu Santo. Podemos definir a la Biblia como el testimonio del Padre sobre el Hijo, dado a través del Espíritu”. Prosigue exponiendo el rol del Espíritu Santo en la elaboración y explicación de la Biblia. Sostiene que existe un esencial elemento de inspiración divina en la elaboración de la Biblia, pero también un componente humano. El Espíritu no dictó palabra por palabra la Biblia, sino que trabajó con la mente y la cultura de los autores, para confeccionar textos divinamente inspirados de un trabajo humano. Asimismo el Espíritu interviene en la interpretación y aplicación de la Escritura, de modo que solo los convertidos fieles (no los paganos ni los cristianos carnales) son capaces de interpretar y aplicar la Escritura rectamente. Por ello resulta esencial la relación personal íntima con Cristo por parte de los pastores y miembros de las Iglesias. A la hora de interpretar y aplicar la Biblia, debemos partir del dogma de considerar a la Biblia como la autoridad final. Luego diferenciamos de los textos de la Biblia aquellos que contienen el mensaje esencial de salvación, de otros textos que son inspirados pero no tienen la finalidad de explicar ese mensaje. Por ejemplo, la mayor parte del libro de Job lo constituyen los discursos de los amigos de Job, respecto a los cuales el Señor declara que ellos NO hablaron rectamente; por ello no cabe utilizar dichos discursos para extraer doctrina. “La claridad o transparencia de las Escrituras se refiere a las verdades céntricas de la salvación: la justificación sólo por la gracia, sólo por medio de la fe, y sólo a través de Cristo. Estas verdades absolutas del evangelio son totalmente claras en la Biblia. Por el contrario, como dijimos en el capítulo anterior, sobre aquellos asuntos que no son tan claros, sobre aquel que es secundario o adiáfora, debimos en los dar libertad y aceptar las diferencias”.

En el posterior epígrafe, destaca las imágenes que Pablo utiliza de la Iglesia, para dar respuesta a las necesidades e imperfecciones de la Iglesia de Corinto (primera carta). Ante el culto al líder que destacaba en la misma, Pablo utiliza las metáforas del campo en el cual él plantó, Apolos regó, pero el suelo y el crecimiento los da el Señor, de quien es la Iglesia, no de los líderes. Posteriormente, en la metáfora del edificio, expone que el fundamento único es Cristo, no ningún líder, de modo que los dirigentes, al mismo nivel que los demás fieles, construyen sobre dicho fundamento con distintos materiales. Al momento del juicio final, el fuego devorará las construcciones con materiales falsos, y resaltará a quienes construyeron con materiales valiosos. No es una cuestión de dinero, sino de fe, de fidelidad a Cristo. En la siguiente imagen, Pablo detalla que en un primer momento en Santuario del Señor se encontraba en el tabernáculo, luego en el templo; a partir de Cristo, lo es cada creyente en lo individual, y en lo colectivo como Iglesia. El Santuario no es ningún líder en cuanto líder, sino de cada creyente solo por ser creyente, así como de la Iglesia por ser esposa del Cordero. Los líderes son siervos, esclavos de Cristo, nada más.

En el último apartado, el autor diserta sobre los “Modelos de Ministerio Pastoral”. Sostiene lo siguiente: 1) El líder no es protagonista, sino Cristo. Predica a Cristo, solo a Cristo, y a éste crucificado y resucitado. El orgullo es una tentación muy peligrosa para quien ocupa un púlpito. Frente al culto al líder de la Iglesia de Corinto, la respuesta es centrarnos en Jesús. 2) Líderes y feligreses somos esclavos de Cristo, nada más. No debe haber lugar para el culto al líder ni para la lucha de poder. 3) El líder es administrador de la revelación. Es decir, es el administrador que debe llevar a los feligreses a la Biblia, para que el pueblo se alimente por sí mismo de la Biblia. Su papel es empoderador en el marco de ser todos esclavos de Cristo. Agrega que una de las tragedias de la Iglesia actual es que “los evangélicos son bíblicos pero no contemporáneos, y los liberales son contemporáneos pero no bíblicos”. Ello quiere decir que el liderazgo evangélico actual se queda en la exégesis bíblica, pero no da el necesario paso hacia la interpretación y aplicación de la Biblia a la realidad actual. Para hacer eso se requiere amor por los paganos y conocimiento de las formas de sentir, pensar y actuar de las personas hoy. Ello deviene imprescindible para interpretar y aplicar rectamente la Escritura. Por otro lado, los liberales se quedan cómodos con el mundo actual y omiten cumplir con su deber de transformar radicalmente el mundo actual en el Espíritu Santo, bajo la norma bíblica. 4) El líder debe amar tiernamente a los feligreses y a los paganos. Ello es clave, pues la norma suprema es el amor práctico al Señor y al prójimo, sea cercano o lejano. 5) Al servir debemos ser humildes, sin procurar destacar, sino que el único que destaque sea Cristo.

Concluye el autor haciendo un llamado a arrepentirnos por nuestras fallas como líderes y feligreses, y a rectificar.

Quien comenta el texto agradece al Señor por el aporte de Stott en la obra. Su exposición se presenta sólida en su fundamentación y desarrollo. Como aspectos a mejorar podemos señalar los siguientes: 1) De un modo implícito se puede observar que su obra se escribe por parte de un autor que parte de una concepción sobrenatural de Dios y de la Biblia, y se dirige únicamente a un público que comparte esa forma de pensar. Por ello pudiera ser que el texto resulte completamente irrelevante para quienes no compartan esa forma de pensar. Al respecto sería útil que algún autor analizase el contenido de la exposición de Stott, trasladándolo a constructos mentales que resulten significativos tanto para el público tradicional, como también para los naturalistas. Podría nutrirse de los aportes de Graham Wallas y, en el ámbito judío, Mordecai Kaplan, de imprescindible lectura. Si consideramos quiénes son aquellos mayormente llamados a modificar las estructuras políticas, económicas, jurídicas, etc., de Occidente desde la intelectualidad, nos encontraremos que son, mayoritariamente, naturalistas (Europa y países anglosajones fuera de Europa), por lo cual resultaría sumamente interesante el diálogo con el naturalismo. 2) A pesar de que el texto comentado enuncia la comunión y ayuda mutua como señal de una Iglesia viva, el énfasis que se otorga a ello no resulta suficiente. Una Iglesia viva no trata de disimular las faltas de un sistema mundial injusto, solamente con actos de generosidad a los empobrecidos, creyentes y no-creyentes, sino que debe ir mucho más allá. Debe constituir un agente activo en un cambio de las estructuras mismas políticas, jurídicas, económicas y sociales que rigen el mundo, y que provocan la pobreza. En descargo del autor se podría decir que en el profundo documental Thrive de Foster Gamble et al., se concluye que la mejor manera de cambiar las estructuras que rigen el mundo es el siguiente: Que cada persona, en su labor diaria, en su casa, y en su tiempo libre, empleen su tiempo y lo que hacen, de modo que se contribuya no solo a la sustentabilidad ambiental, sino también a hacer bien a los demás. Se trata de fomentar una gran cascada de acciones buenas y generosas que, en su conjunto, provoquen un cambio de la estructura mundial. Pero ello no disminuye la necesidad de que la obra deba otorgar un énfasis mucho mayor a la transformación del mundo (y de las estructuras que rigen el mundo) a la que está llamada la Iglesia, en lo espiritual, mental, sentimental, conductual y cognitivo.


Daniel Montero Bustabad

Ministerio Pastoral en la Iglesia Episcopal Costarricense: Desafío

Ministerio Pastoral en la Iglesia Episcopal Costarricense: Desafío



El centro de la actividad pastoral del sacerdote se encuentra en el salón parroquial.



Daniel Montero Bustabad



En una Iglesia Episcopal Costarricense (www.episcopalcostarica.org), un sacerdote acababa de predicar y ofrecer Misa. En la sacristía se cambió de ropa. Se dirigió  al salón parroquial. Alzó su mano, la movió despidiéndose de las personas, y se marchó.


Suponemos que las acciones del prelado indican que, a su juicio, el centro de la Iglesia, es decir, lo más importante de ella, se encuentra en el altar y, en un nivel también destacado, el púlpito. Sin embargo, el salón parroquial, las personas que lo frecuentan, no es relevante, ni lo que ocurre o no ocurre allí.


Considero que esta ilustración hipotética nos muestra el principal desafío actual del ministerio pastoral en la Iglesia Episcopal Costarricense. Tan importante que diría que también es uno de los principales retos del laicado. El elevar la amistad y el compartir de las personas, antes y después de Misa, al mismo nivel de importancia que los sacramentos y la predicación, constituye el reto por excelencia de la actualidad. Tan grande es el reto, que dar respuesta al mismo exige toda una reorientación de la teología anglicana y, por ende, de la eclesiología.


Tan abundante tarea no cabe ser acometida en una obra como la presente, en la cual predomina la orientación y la sugerencia, más que la elaboración de un tratado voluminoso. Sin embargo, apuntaremos algunas orientaciones o reflexiones en las cuales otros, si así lo desean, podrán profundizar mediante el don de la escritura y la conversación.


La teología o forma de concebir a Dios en la Iglesia Episcopal Costarricense, en su laicado y ministerio ordenado, tiende a centrarse en lo sobrenatural. Así, el Señor se concibe como un espíritu sobrenatural que opera de forma inexplicable y milagrosa. No se pretende sustituir esta expresión, pues la misma contiene mucha verdad. Empero debe ser complementada con otras concepciones. Tampoco propugno seguir a un autor específico, aunque sí sugiero que la necesaria reorientación teológica y de eclesiología debe ponderar las tesis de Mordecai Kaplan, por su reorientación hacia el pueblo de Dios, en nuestro caso la Iglesia, haciéndolo el centro de la teología. El Señor es una función natural, un proceso abierto, que opera en el pueblo y para el pueblo, en procura de su salvación, entendida como la plena realización personal y colectiva de la comunidad eclesial, en un camino ético individual y comunitario. De esta forma se produce un giro copernicano de la teología, reorientándolo hacia la persona y el pueblo, y la satisfacción de sus necesidades espirituales y mentales, por la vía ética.


Kaplan concibe la religión como el proceso abierto en el cual un pueblo se hace a sí mismo consciente de su existencia y de la necesaria orientación del camino de la colectividad por la vía ética, mediante la sabiduría. Ésta se entiende como la capacidad personal y comunitaria de satisfacer las necesidades individuales y colectivas de una forma sustentable mediante la templanza, sin caer en la agresión y la codicia. Incluso eleva su requerimiento a una comunidad de naciones que sujeten en sabiduría sus intereses a la ética. Recuerda el verso profético y lo redefine en términos actuales: “No por la ‘ética’ del poder, sino por el poder de la ética”.


Trasladando sus tesis a nuestra Iglesia, sostenemos que la Iglesia Episcopal Costarricense se arraiga en Dios, pero sirve al pueblo Suyo, como pueblo separado, consagrado a una misión especial de salvación.


¿Qué implica lo anterior? Nada más y nada menos que un cambio de paradigma respecto a cómo los laicos de la Iglesia Episcopal Costarricense entienden su función, y a cómo los ministros ordenados enfocan su ministerio.


Por parte de los laicos, la Iglesia ha de dejar de ser, como hasta ahora, un lugar no importante en sus vidas, al cual se acude una vez al mes o menos para escuchar el sermón, comulgar y conversar sólo con sus amigos. Por el contrario, debe haber una conversión diaria individual por parte de cada miembro, de modo que, para los no convertidos, el Señor pase a ser lo más importante de sus vidas, cultivando una relación personal íntima con Él mediante la lectura de la Biblia y la oración. La Iglesia ha de ser concebida como el pueblo al cual pertenecemos; acudimos a la congregación a escuchar el sermón, no para satisfacer nuestras necesidades, sino para crecer en Cristo, compartir con el pueblo, y orientar nuestras vidas como individuos y colectivo (como pueblo episcopal), en el camino de la sabiduría ética. La Iglesia debe convertirse en nuestra segunda casa, más importante aun que el trabajo o cualquier lugar de esparcimiento. El hogar debe tornarse en un templo de virtud, y la Iglesia en nuestro segundo hogar donde convivimos con el pueblo de Dios.


Bajo el paradigma que propugnamos, el salón parroquial deviene para el laico tan importante como el altar y el púlpito. El convivir con los demás en el salón parroquial o cafetería de la congregación, con feligreses habituales o no, con conocidos y desconocidos, con miembros constantes y con advenedizos, forma parte del centro de la experiencia de vida en comunidad episcopal, tan relevante como los sacramentos y la predicación. Es hacer amigos de los desconocidos, forjar poco a poco lazos de amistad sólidos, firmes y duraderos, creciendo todos juntos como comunidad en sabiduría ética.


La relevancia de lo anterior para definir correctamente el centro de la actividad pastoral resulta, así, clara. Tan importante como la ministración del sacerdote en los sacramentos, tan relevante como su predicación, son sus actividades en el salón parroquial. Para ello podemos formular algunos aspectos de dicha función:


Primero. El pastor ha de comenzar reuniéndose con los miembros constantes de su parroquia, e instruirlos en lo que acabamos de comentar. Entre todos hemos de forjar, en oración y en preparativos, ese ambiente especial para recibir a quienes acudan al salón parroquial. El sacerdote, junto a este equipo de fieles, ha de ser el promotor de relaciones de amistad pura respecto a quienes, frecuente u ocasionalmente, acudan a la cafetería. Aquí cabe el evangelismo discreto y sabio, no un adoctrinamiento agresivo, sino el sencillo compartir la fe con quienes acuden al salón, incluso con personas de paso, desconocidas. Aquí radica la función de promotor de amistades por parte del sacerdote. Con un ambiente previamente preparado para el salón parroquial, bastará una sencilla y cálida invitación del oficiante a acudir a la cafetería después del servicio, con una corta admonición sobre el papel de la convivencia y la amistad en la vida cristiana.


Segundo. El ministro ha de velar por sí mismo o por delegados de confianza, acerca de la realización frecuente de actividades sociales para la camaradería de los feligreses y visitantes, especialmente con temas relacionados con las diversas festividades del año litúrgico. Ha de garantizarse que las personas pobres sean subsidiadas para participar en condiciones de plena igualdad con los demás.


Tercero. Se deben realizar actividades periódicas para el crecimiento espiritual colectivo de los miembros, así como respecto a temas de salud y cultura en general. La Biblia debe ser enseñada, así como el Libro de Oración Común (LOC). Los tesoros de sabiduría y liturgia que contiene el mismo son pasados por alto mediante un rezar frecuentemente rutinario. Ha de explicarse el sentido profundo, espiritual, radicalmente transformador, que se encuentra en los textos que oramos. Destacan las labores de concientización, explicando cómo el Evangelio implica un cambio radical de las estructuras políticas, económicas, jurídicas y sociales del mundo y lo que se puede realizar al respecto en cada Iglesia, de forma práctica.  Las actividades deben ser frecuentes, con una periodicidad de al menos una al mes.


Cuarto. Dada la amplia raigambre caribeña del pueblo episcopal costarricense, muchas congregaciones, especialmente las dos mayores, podrían expandir su visión, para convertirse en el centro de la cultura caribeña en Limón, San José y otras poblaciones. De este modo la Iglesia podría atraer a personas no convertidas mediante actividades muy frecuentes en torno a la cultura caribeña y su celebración, combinados con un componente espiritual breve y la renovada explicación de nuestra espiritualidad como cultura especial. El componente caribeño del pueblo episcopal nos llama a convertirnos en la casa cultural del ser-caribeño, y a atraer a nuevos miembros mediante un sabio evangelismo.


Quinto. El forjar amistades en el salón parroquial por parte del ministro, lleva a que éste sea consciente de todo tipo de necesidades por parte de quienes acuden al mismo. Si el sacerdote detecta necesidades espirituales o psíquicas, corresponde invitarle a futuras conversaciones en privado de dirección espiritual. Respecto a las frecuentes necesidades económicas, la Iglesia debe dar respuesta efectiva a dichos requerimientos.



Daniel Montero Bustabad

El Libro de Oración Común como Instrumento de Unidad de la Comunión Anglicana

El Libro de Oración Común como
Instrumento de Unidad de la Comunión Anglicana:
Aportes desde la Teoría de la Motivación Humana

Daniel Montero Bustabad
www.monterodaniel.com


¿Cómo es posible que un libro de oraciones, simplemente adaptado a los diversos contextos nacionales, constituya todo un instrumento de unidad de la totalidad de la Comunión Anglicana (www.anglicancommunion.org) en todo el mundo?


Diversas explicaciones pueden formularse de tal aserto. En las siguientes líneas enunciaremos unas tesis basadas en la teoría de la motivación de Maslow.


En la célebre Pirámide de Maslow de las necesidades humanas, nos encontramos con una amplia base de necesidades físicas y de abrigo de las personas, que son la fuente de motivación más fuerte del ser humano. A medida que se sube en tal pirámide, las necesidades se hacen más mentales, más sofisticadas, y menos perentorias, y así sucesivamente. Surge la tesis de que una pirámide de las motivaciones humanas, adaptada al enfoque cristiano, pudiera presentar elementos para explicar la importancia del LOC para la unidad de la Comunión Anglicana.


Si bien la base de la pirámide se basa en necesidades de agua, alimentación, aspectos físicos y abrigo, como cristianos reconocemos que, aun en la misma base de la motivación humana, se encuentra un componente espiritual. Al mismo nivel de la necesidad más apremiante de la persona, se encuentra una radical necesidad de Dios. Somos seres físicos, biológicos, pero también espirituales. Para el anglicano, la Biblia junto al Libro de Oración Común (LOC) constituyen pilares para la satisfacción de la necesidad espiritual del ser humano, pues devienen medios imprescindibles para el encuentro con Cristo. El LOC se encuentra, pues, arraigado, a la satisfacción del nivel de necesidades más apremiantes de la persona.


En una escala superior de necesidades humanas, nos encontramos el sentido de pertenencia. El humano, como ser social que es, requiere sentirse parte de un algo mayor de sí mismo, así como de congéneres con quienes integrar una colectividad, dando y recibiendo de dicho grupo en condición de miembro. Al respecto se determina que el LOC provee un indiscutible sentido de pertenencia al anglicano individual, así como a la congregación o parroquia local, a la diócesis, provincia y, en el mundo entero, a la totalidad de la Comunión Anglicana. Rezando juntos reforzamos los lazos de integración y pertenencia, máxime sabiendo que todos oramos como un cuerpo cristiano episcopal a lo largo del mundo. Asimismo en las devociones privadas rezamos no como individuos aislados, desconectados, sino que recibimos la certeza de que lo hacemos junto a todos los demás cristianos que integran la Comunión.


Por otra parte, Viktor Frankl ha demostrado convincentemente que la necesidad de descubrir un sentido a la propia vida, constituye la necesidad fundamental del ser humano, más que el placer de Freud o el poder-prestigio de Adler. Frankl identifica tres fuentes de sentido: Primero. La emoción o comunión de ser parte de una experiencia; puede ser la experiencia de amar una persona, o la de gozar de una obra de arte, de apreciar la naturaleza, etc. Segundo. Lo que realiza el ser humano con vocación. Se trata de lo que hacemos: Un libro que escribimos, un cometido social que desempeñamos, un proyecto que emprendemos. Tercero: Cuando en una situación dada a un ser humano le es impedido gozar de las anteriores fuentes de sentido, por ejemplo, ante una enfermedad terminal, puede encontrar sentido en la actitud de dignidad. Se trata de afrontar el dolor inevitable con una actitud de dignidad. Se dice que el humano es el único animal capaz de crear las cámaras de gas, pero Frankl replica que la persona es el único que puede entrar como víctima decidiendo rezar la Shemah Israel o el Padre Nuestro en sus labios. Esa es la actitud de dignidad.


El LOC alimenta la satisfacción de la necesidad humana de sentido de diversas maneras. Primero: El LOC mismo es una obra de arte espiritual, y la experiencia de rezar con el LOC nos une al Señor, en una comunión de amor portadora de sentido. Segundo: Rezar el LOC responde a una vocación, al llamamiento de conversión diaria que Cristo nos hace, como individuos y como parte de una comunidad local, diocesana y mundial. Tercero: Ante las situaciones irreversibles, duras de la vida, el LOC nos permite afrontar las mismas con dignidad, arraigados, no en nuestras fuerzas, sino en el poder del Señor, de modo que, sea la vida lo que venga, o sea el dolor y la muerte, la dignidad nos acompaña en una actitud valiosa, plena de sentido.



El LOC constituye fuente de motivación, pues responde a las necesidades individuales y colectivas del cristiano, alimentando la espiritualidad, forjando una comunidad local, diocesana y local, y proveyendo de sentido para nuestras vidas. Por ello el LOC perdura en el tiempo, y constituye ese valioso instrumento de unidad.


Daniel Montero Bustabad

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