viernes, 18 de diciembre de 2015

¿De qué sirve la Navidad? Un Mensaje de Navidad con Mucho Afecto.

¿De qué sirve la Navidad?


Daniel Montero Bustabad
www.danielmontero.es


Mis mejores deseos para su distinguida persona en estas fechas tan entrañables. Me gustaría que reflexionemos juntos acerca de la Navidad. La importancia de este análisis consiste en que, si lo omitimos, el ajetreo de estas fechas hará que pasemos de largo por esta época, sin que podamos apreciarla de verdad, extraer de ella su sentido, y aquello que puede llenarnos por dentro, con una plenitud muy especial.

En este sentido, muchas personas son atrapadas en las redes del consumismo; compran para sentirse mejor, incurren en deudas, y vuelven a comprar para superar el estrés y así sucesivamente… sin percatarse de que consumir no nos llena por dentro, ni otorga plenitud a la Navidad.

Vivimos en una sociedad parcialmente manipulada, en el que los medios de masas y muchas personas, transmiten el mensaje erróneo de “tanto tienes, tanto vales”. Los humanos se valoran por lo que tienen, por el beneficio que me pueden dar, por lo bien que me siento con esa persona, o con cualquier tipo de ventaja que pueda tomarse de estar en relación con dicho individuo. No se valora a la persona por lo que es, sino por lo que tiene. A ello se suma que muchas veces, contra nuestra propia voluntad, consciente o inconscientemente, ese mensaje equivocado nos manipula, y empezamos a medirnos a nosotros mismos, o a los demás, por lo que tienen.

El ser humano vive con un deseo muy profundo de ser amado de modo incondicional, por lo que se es como persona, no por lo que se tiene ni por lo que se ha hecho o se hace. Este deseo es una sed de aprecio verdadero, de sentirse amado e importante por lo que se es. No me refiero al amor romántico, que también es importante, sino a un tipo de amor todavía más relevante. Es el ansia de eternidad del ser humano, es decir, la necesidad de ser apreciado como tal persona, de verdad, sin que se le pida a uno nada a cambio.

Una buena evidencia de lo parcialmente manipulada que está nuestra sociedad, se encuentra al percatarse de que casi no existen grupos de personas que se reúnan bajo el alero de amar incondicionalmente a las personas, independientemente de lo que esas personas receptoras del amor piensen, sientan o hagan. Por ejemplo, los clubes y lugares de diversión se destinan a las personas que puedan pagar por el tiempo de ocio, y las prestaciones se limitan al ocio contratado, no a las necesidades profundas de las personas, como el amor incondicional. Los grupos políticos aglutinan gentes que comulgan con un mismo modo de pensar, de modo que quedan excluidos quienes tienen otras ideas. Muchísimos grupos religiosos toman un credo como su centro, de modo que quedan fuera de su fraternidad quienes profesan otro credo, o ninguno. Las organizaciones no gubernamentales se ciñen a organizar que determinadas personas aporten servicios a gentes con unas situaciones determinadas. El voluntario que ofrece su dinero o sus servicios, es un simple recurso que emplea la organización. El voluntario no puede esperar que la organización le satisfaga su profunda necesidad de ser amado incondicionalmente. Tampoco la organización vela por suplir la totalidad de las necesidades de la persona como ser integral que se es, con necesidades no solo materiales, sino también de afecto, de romance, de un sentido para la vida y de salud para su cuerpo y mente. Por el contrario, la organización no gubernamental se limita a un abanico muy concreto de necesidades, especialmente materiales, de las personas que reciben la ayuda. Quedan sin cubrir las demás necesidades de la persona, y la totalidad de las necesidades de quien realiza el voluntariado. Tampoco con los amigos se puede contar en la sociedad actual. Ello se debe a que la gran mayoría de las amistades son interesadas, pues comparten tiempo en tanto y en cuanto haciéndolo se obtenga una ventaja. Falta aquello que pueda satisfacer el ansia de afecto incondicional.

Con lo anterior no pretendemos ni criticar a los partidos políticos ni a las organizaciones no gubernamentales, sino sólo apuntar a la existencia de una necesidad profunda en las personas, a la que no se encuentra respuesta en la sociedad actual: el amor incondicional.

Hace tiempo formulé una respetuosa pregunta a un distinguido sociólogo no creyente: “La sociedad se ha estructurado en familia, Iglesia y Estado. ¿Cuál es la alternativa que se propone a esta estructuración de la sociedad? ¿Cuál es la alternativa a la familia, la Iglesia y el Estado?” El maestro me contestó que lleva años reflexionando sobre ese tema, y no encuentra respuesta.

¿Qué tipo de sociedad proponer, que satisfaga las necesidades, no sólo materiales de la persona, si partimos de las deficiencias actuales de las familias, las Iglesias y el Estado? Estas deficiencias se centran en las dificultades que hemos apuntado, de modo que no se satisface la necesidad humana de amor incondicional, independientemente del credo, las ideas, los sentimientos y las conductas pasadas o presentes de la persona.

Un ejemplo hipotético que podemos formular consiste en aquella persona atea, sin familia, en edad senil, que lucha no solo con el deterioro de su cuerpo, sino también con discapacidades mentales. Esta persona no será admitida como miembro de una Iglesia tradicional por no compartir el credo. Tampoco el Estado actual está en condiciones de suplir ni siquiera sus necesidades de salud; mucho menos cuenta con recursos para orientar a la persona en su búsqueda de afecto incondicional.


Es en este momento cuando irrumpe el mensaje de la Navidad. Cuando la persona se encuentra al borde de la desesperación, cuando, por tanto, ha perdido la esperanza de ser amada incondicionalmente, se encuentra con una noticia. Ha nacido el Menschenfreund (C.P.E. Bach), el amigo del humano, quien lo ama incondicionalmente. No estamos solos en la vida, ni existe un motivo para desesperar. Hoy ha nacido en Belén la respuesta al deseo más profundo del humano. Cada día puede nacer, en el Belén que es nuestro corazón, el mensaje de Jesús, si se lo permitimos.

El amor de D-os significa el compromiso integral con la causa de tratar a cada persona como un auténtico fin en sí misma, no como un medio o instrumento para otra finalidad, sin importar cuán patriótica, sagrada o relevante sea esa otra finalidad. En otras palabras, encontramos a D-os allí donde vemos el amor al prójimo en acción. Pero D-os no es una palabra, ni es una idea, ni un algo abstracto. D-os es amor en acción. En Jesús, nacido hoy en Belén, vemos el amor incondicional de D-os actuando, llegando a cada ser humano para llenar el corazón de quienes lo aceptan como el centro de su vida. Esa sed de ser amados es colmada por D-os mediante el testimonio de Jesús.

En Jesús vemos el amor al prójimo manifestarse en su máxima expresión, por lo cual vemos a D-os lo más cerca posible del ser humano. Jesús amó de una manera práctica a las personas más necesitadas. Se trata de aquellas personas que no recibían amor incondicional porque eran despreciadas, o porque eran pobres o enfermos, de modo que nadie podía beneficiarse de su amistad; por ello quedaban en soledad, en lo profundo de su ser. Todo esto cambia con Jesús. Su amor práctico empodera las personas, responde a sus necesidades y colma el corazón de amor. Empero, por encima de todo, Jesús es el llamado al arrepentimiento, al cambio, a confesar nuestros pecados y a pedir perdón a D-os, aceptándolo como el centro de la vida. El camino verdadero comienza con la humildad de pedir perdón y de solicitar a D-os ser el centro de nuestra existencia.

A partir de este encuentro personal con D-os, nacemos a una nueva vida, una existencia en la cual somos amados incondicionalmente y llamados a amar de ese modo a las demás personas, de una forma práctica. Ahora que hemos encontrado la respuesta a la necesidad más profunda del humano, recibimos la vocación de amar de verdad a los demás. No se trata de un sentimiento de amor, ni de un discurso superficial de emotividad. Se trata de una apelación a una conducta de darse a sí mismo y de compartir con todos, incluyendo lo más necesitados. Somos salvos para amar.

Este es el verdadero significado de la Navidad, es el mensaje auténtico que nos puede dar alegría en estas fechas tan memorables. Es lo que evita que la Navidad nos deje vacíos por dentro… y vacíos en la billetera. La Navidad puede ser una experiencia de sentirnos llenos en nuestras necesidades más profundas, de ser satisfechos. La decisión depende de usted, querida lectora, querido lector. Le animo a confesar los pecados a D-os (el egoísmo y la omisión de ayudar a los demás, etc.), a pedirle perdón en el nombre de Jesús, y a invitar a D-os a ser el centro de su vida. De este modo usted nacerá a una auténtica vida de Navidad, al nacer hoy Jesús en el Belén de su corazón.

Este mensaje de salvación hemos de vivirlo en lo profundo de nuestro ser, en nuestras relaciones con los demás… y también como parte de la Iglesia. Hemos de trabajar para que la Iglesia ame incondicionalmente a todas las personas, para que no excluya a las personas que no comparten ciertas ideas, credos o tradiciones. Todos debemos ser amados por la Iglesia.

En respuesta a la pregunta de cuál es la alternativa a la estructuración de la vida en sociedad mediante familia, Iglesia y Estado, hemos de responder que D-os nos llama a trabajar para que reformemos desde dentro las familias, las Iglesias y los Estados, de modo que estos lleguen a amar y a ayudar incondicionalmente a las personas, para que, de este modo, nazca la Navidad en la familia, en la Iglesia, en el Estado… y en nuestros corazones.



Daniel Montero Bustabad

www.danielmontero.es