La
Tentación de Caín: Una Advertencia para Nosotros Hoy
Daniel
Montero Bustabad
I. Introducción.
¿Qué les parece el refrán que dice: “Cada uno en su casa y D-os en la de todos”?
Sin duda se pueden extraer varias enseñanzas positivas del mismo. Sin embargo, muchas
veces ese dicho se utiliza en otro sentido, un sentido perverso, que refleja
claramente la mentalidad de la época actual, como el siguiente apotegma: “El que se mete a mesías termina crucificado”.
Se trata de la filosofía que nos dice que no tenemos responsabilidad por lo que
les suceda a los demás, que no existe un deber de ayudar y amar a los demás. Esta
filosofía es el “camino de Caín”, es
decir, la visión de la vida del primer asesino de la historia.
En este sentido, el
propósito de la siguiente lección consiste en analizar qué lección puede darnos
a nosotros, hoy, la vida de Caín. ¿Qué nos enseña este relato bíblico a
nosotros, en la actualidad, con nuestros retos, dilemas y esfuerzo cotidiano?
Sostendremos la tesis de que el ejemplo de Caín es una tentación en la que es
muy fácil caer en la actualidad. También estimamos que el relato bíblico de
Caín y Abel nos enseña, por contraste, debemos vivir como lo hizo Abel, no como
Caín.
II. Desarrollo.
1. Los relatos bíblicos.
La Biblia nos enseña que
la vida de Caín no fue solo un (mal) ejemplo para las personas del tiempo de
Génesis capítulo 4. Por el contrario, muestra una tentación que se prolonga más
allá en el tiempo. En este sentido, Judas 10 y 11 afirma: “Pero éstos blasfeman de cuantas cosas no conocen; y en las que por
naturaleza conocen, se corrompen como animales irracionales. ¡Ay de ellos!
porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro en el error de
Balaam, y perecieron en la contradicción de Coré”.
¿Cuál es el “camino de Caín”, es decir, la tentación
de Caín que se prolonga en el tiempo? Para ello hemos de examinar no solo la
enseñanza bíblica acerca de Caín, sino también la que se refiere a Abel. Ello
se debe a que Abel representa lo contrario a Caín, con lo cual, conociendo a
Abel, sabremos cómo no era Caín.
Caín nació poco después
de que la humanidad cayese en el primer pecado. Recordemos que Caín es el
primogénito de los dos primeros humanos, Adán y Eva. En aquella época el tiempo
de vida de una persona se dividía en una unidad de medida que era
aproximadamente mil; el tercer hijo de Adán y Eva nació en el período ciento
treinta de los casi mil períodos de vida de Adán, es decir, relativamente al
poco tiempo de nacer Adán. Pues bien, aun antes nació Caín.
El nombre “Caín”
significa “adquirir” o “llegar a tener”, palabras atribuidas a Eva al momento
de dar a luz a su primogénito Caín, diciendo que ha adquirido varón, es decir,
ha llegado a tener un hijo varón. Por su parte, Abel significa enlutado.
El contraste de esos dos
nombres resulta significativo. En primer término, se llega a tener o se
adquiere. Posteriormente, se pierde trágicamente lo que se adquirió.
La llegada de un hijo
después de la caída en el pecado, era un gran acontecimiento. Se trataba de la
venida de una esperanza de un nuevo nacimiento para la humanidad. Es la
posibilidad de una nueva humanidad (*).
En Génesis 4:4-5,
vemos que Abel ofreció al Señor una ofrenda que fue agradable al Padre. Esta ofrenda consistió en un
primogénito de oveja, siendo el Cordero el símbolo del siervo sufriente que
moriría en expiación de nuestros pecados (Isaías 52 y 53). Sin embargo, Caín
trajo una ofrenda consistente en el fruto de la tierra, la cual no fue bien
vista por el Señor. Caín se ensañó (enojó) muchísimo por este rechazo,
decayendo su semblante. Podríamos preguntarnos si parte de ese enojo no se
debería únicamente a que D-os no respondió con agrado a la ofrenda, sino
también la envidia que el asesino sentia hacia Abel, por cuanto el Padre sí se mostró satisfecho por la
ofrenda de Abel; esta suposición se fundamenta en los textos bíblicos que
transcribiremos más adelante.
Hebreos 11: 4 aduce: “Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente
sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando
Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella”. Esta es la respuesta profunda a la pregunta
de por qué el Señor aceptó con agrado la ofrenda de Abel y no la de Caín. Abel
vivía por la fe (emunah: fidelidad),
es decir, en justicia. ¿En qué se exterioriza la fidelidad de Abel, por
contraste con Caín? En que Abel amaba al Padre y al prójimo, lo cual es el
centro del mensaje bíblico (Levítico 19:18, Levítico 19: 32 y siguientes, Éxodo 23:
4-6, Mateo 25: 31 y siguientes, Santiago 2:8).
En este
sentido, 1 Juan 3:10 y siguientes, manifiesta: “En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo:
todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.
Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos
unos a otros. No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué
causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas”.
El
centro de la vida de Caín no era el amor. Ello se muestra no solo en el texto
citado, sino también en Génesis 4:
a. Por una parte, antes del asesinato, el Señor notó que Caín estaba
disgustado porque a Él no le había agradado la ofrenda de Caín; por ello D-os
fue a conversar con Caín. Del capítulo citado se deduce que el Señor le explicó
que el ser humano tiene la posibilidad de escoger el bien y apartarse del mal,
pero que todo depende de su decisión. Tiene la capacidad de hacer lo bueno, y
tiene la capacidad de hacer lo malo: “Entonces
el Señor dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu
semblante? Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el
pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te
enseñorearás de él” (Génesis 4:6-7). ¿Cuál fue la respuesta de Caín a esta
enseñanza del Padre? La respuesta de Caín fue asesinar a Abel.
b. Cuando D-os confronta a Caín por su crimen, Caín resume en
pocas palabras lo que Judas denomina “el
camino de Caín”. Se trata de la filosofía de Caín, la que es la tentación
que se nos presenta cada día, y contra la cual hemos de luchar en la
actualidad. Esta filosofía es: “Y el
Señor dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo
acaso guarda de mi hermano?” (Génesis 4:9). Caín niega que el ser humano
tenga responsabilidad por lo que le pase a su prójimo. Para Caín la persona no
tiene el deber de velar para que a su hermano le vaya bien. Diciendo que el
humano no es guarda de su hermano, formula en pocas palabras lo opuesto al amor
a D-os y al prójimo. Caín niega que exista un vínculo entre las personas, un
deber de amor que nos une en lazos de hermandad.
Esta es
la blasfemia de Caín, la tentación de los tiempos actuales.
En
Génesis 4: 13-16 vemos las consecuencias de la ofensa de Caín: “Y dijo Caín a Jehová: Grande es mi castigo
para ser soportado. He aquí me echas hoy de la tierra, y de tu presencia me
esconderé, y seré errante y extranjero en la tierra... Salió, pues, Caín de
delante de Jehová, y habitó en tierra de Nod, al oriente de Edén”. “Nod” significa ser errante, sin
residencia fija en la tierra. La consecuencia de romper el vínculo de amor y
cuidado al prójimo y a D-os, es perder el sentido de la vida, es quedarse sin
orientación que nos guíe en la existencia, es perder el sentido de pertenencia,
el saber que pertenecemos a algo grande en la vida que nos llena y nos hace
sentir bien.
2. La tentación de Caín en la actualidad.
En
nuestra época, cuando decae la enseñanza judeocristiana en la sociedad, cuando
masivamente la sociedad se separa del Señor, es muy común escuchar, de
diferentes modos, que no tenemos deberes de amor y cuidado hacia los demás.
Incluso esta visión de la vida se muestra en el empleo errado del refrán: “Cada uno en su casa, y D-os en la de
todos”. Las personas piensan que no deben amar ni ayudar a los demás.
A
consecuencia de romper con la causa del amor al Padre y al prójimo, la persona
promedio de los tiempos actuales, se siente como Caín, sin sentido de
pertenencia, siente que no tiene un motivo para vivir, nada que lo llene por
dentro y le haga sentir bien; se siente sin orientación en la vida, sin motivos
para seguir adelante en la vida cotidiana. Este vacío se intenta llenar, en vano,
con consumismo, agresividad y drogas, ya sean drogas físicas, religiosas o
psicológicas.
La respuesta
a esta desorientación de la humanidad, se encuentra en ser como Abel, personas
que depositamos nuestra fidelidad en el Señor, que vivimos en justicia,
luchando cada día por mostrar amor práctico a D-os y al prójimo. Es cierto que
muchas veces sufrimos, y que incluso numerosos creyentes son muertos, como le
sucedió a Abel y a Jesucristo (Mateo 23:35 y Lucas 11:5). Sin embargo, vale la
pena vivir en amor. El amor al Padre y al prójimo es el sentido de la vida, lo
que nos llena por dentro, lo que nos motiva y brinda fuerzas, es aquello por lo
que vale la pena vivir.
III. Final.
¿Cómo resumir en pocas
palabras lo que hemos estudiado? Podemos decir que, cada vez que vemos una
persona, y cada vez que hacemos nuestro trabajo diario, sentimos la tentación
de vivir como Caín, como si no tuviéramos responsabilidades hacia los demás.
Podemos tratar mal a las personas, y ejercer nuestro trabajo de una manera
equivocada, haciendo mal a otros, o simplemente laborando sin ganas. Si caemos
en la tentación, viviremos como Caín, sin un motivo para vivir, sin sentido de
pertenencia, sin orientación en la vida. La Biblia nos llama a vivir como Abel,
en amor práctico a D-os y al prójimo, en fidelidad y justicia. Este es tu
camino, mi camino, el camino de la Iglesia. Vivamos unidos al Señor y al
prójimo.
Nota:
(*) Sin embargo, la
humanidad por sí misma no puede lograr nada. Caín se empeña en ser él mismo, es
decir, en vivir por y para sí mismo, separado de su prójimo y separado de D-os.
Esta separación origina el primer asesinato de la historia y el sumergir la
humanidad en el caos. Sin el Señor no somos nada, ni podemos nada. Pero si
vivimos unidos al Padre, nuestra vida será plena de sentido.
Daniel
Montero Bustabad