El
Futuro de Abraham y de Sara
Reflexiones
sobre Génesis Capítulo 22
Daniel
Montero Bustabad
I. Preliminar
Génesis capítulo 22 (la akedah) es uno de los textos más
importantes de la Biblia. Debido a las dimensiones reducidas de la presente
reflexión, no resulta posible tratar dicho capítulo, ni siquiera plantear una introducción
al mismo. Nos limitaremos a sintetizar algunas tesis que se han formulado para
explicar el texto, así como nuestra perspectiva acerca del mismo.
II.
Génesis
22 versos 1 a 2
En la Biblia que utilizamos se aduce
que la prueba de Abraham consistió en que Elohim le solicitó ofrecer a Isaac,
su único hijo, en holocausto (sacrificio). Un expositor comentó que, según una
fuente, en algún manuscrito del verso 2 se indica que Elohim requiere a Abraham
que tome a su hijo y lo prepare, omitiendo “en holocausto”. Ello quiere decir
que Elohim no estaba pidiendo a Abraham que sacrificara a su hijo, sino que lo
preparara para entender el significado espiritual del sacrificio de animales,
nada más.
Esta tesis podría complementarse con
la interpretación del pasaje que ofrece Michael Lerner. Este autor señala que
Abraham había sido, en su infancia y juventud, una persona maltratada, lo cual
dejó una estela de dolor en la vida adulta de Abraham. Cuando Isaac atraviesa
ese período de la vida (infancia-juventud), se presenta a Abraham la tendencia
de la sociedad en la que había sido criado, de infligir dolor al hijo, así como
Abraham y sus ancestros habían sufrido dolor. Es en este contexto cuando Elohim
le pide el sacrificio de Isaac. Elohim (traducido como D-os o d-oses, pues es
un término redactado en plural en la Biblia) es la forma de entender la de-idad
que tenemos en común todas las personas, judíos o paganos. Lo que tenemos en
común todas las personas es el dolor. Por ello Elohim, a través de la voz del
dolor acumulado a lo largo de la vida de Abraham, pide el sacrificio de Isaac.
Sin embargo, al final del relato, vemos que quien finalmente habla con Abraham
no es Elohim, sino el Señor (Tetragrama). El Señor es the power of healing and transformation, la fuerza para sanar
nuestras heridas internas y transformar la sociedad en el camino del amor al
prójimo. Es el Señor quien comunica a Abraham que cruelty is not destiny, a saber, que la crueldad no tiene por qué
repetirse, que podemos encontrar sanidad para nuestras heridas internas y no
causar dolor a otras personas. En este sentido, podemos aliviar también el
dolor social, transformando la sociedad a través de la solidaridad.
La enseñanza de esta tesis sería que
debemos examinar cuidadosamente cuando creemos recibir una orden o enseñanza de
parte del Señor. Puede que lo que sintamos no provenga de Él, sino que sea la
voz del dolor acumulado en nuestra vida. ¿Cómo distinguir una voz de la otra?
Cuando lo que sintamos conlleve, directa o indirectamente, causar un dolor
ilegítimo a otra persona (o a nosotros mismos), esa es la voz del dolor. Por el
contrario, la voz del Señor propicia la sanidad de nuestras heridas y la
participación activa, comprometida con los demás, en aliviar el dolor de todos mediante
el amor práctico al prójimo; se trata de ayudar a las personas, tanto manifestando
amor directo (por ejemplo, un abrazo, un gesto amistoso, compartir tiempo con una
persona, etc.), como amor indirecto (transformando la sociedad de un modo
conforme a la ética).
Por nuestra parte, consideramos que resulta
dudoso que pueda sostenerse que el texto bíblico omite la frase de preparar a
Isaac “en holocausto”. Las versiones cristianas de la Biblia consultadas hacen
referencia a tal expresión, lo mismo que dos versiones judías: la inglesa de la
Jewish Publication Society (JPS) y la alemana de Martin Buber. Sin embargo,
hemos de comentar que el significado general del capítulo, puede entenderse que
apunta en la siguiente dirección: El Señor (Tetragrama) no permite el
sacrificio de un ser humano. Si el Señor no permitió que el gran patriarca
Abraham sacrificara a su hijo, mucho menos nos lo pedirá a nosotros hoy. En
efecto, el Pentateuco regula pormenorizadamente los distintos tipos de
sacrificios al Señor, que en ningún caso son humanos. Además prohíbe terminantemente
sacrificar seres humanos a los d-oses paganos.
Muchos
miles de seres humanos son sacrificados a los ídolos del dinero, poder,
religión y fama. Esos son d-oses paganos, no el Señor.
En cuanto a la tesis de Michael
Lerner, se ha de reconocer que su punto de vista no sería compartido por
quienes sostengan una concepción más “literal” de la Biblia. Sin embargo,
realiza un valioso aporte, no en cuanto a la interpretación del presente texto
bíblico, pero sí en cuanto a la necesidad de discernir cuándo lo que sentimos o
escuchamos proviene del dolor acumulado, y cuándo, por el contrario, se trata
de inspiración del Señor.
III.
Génesis
22 verso 3. Posteriormente versos 9, 11, 13, 15 y siguientes
Kierkegaard subraya la actitud de
Abraham. Ante una noticia tan grave como lo es la orden de sacrificar al hijo
unigénito, uno pensaría que Abraham caería en tristeza y se levantará tarde el
día siguiente. Sin embargo, el texto bíblico es contundente. Abraham actuó con
toda diligencia, levantándose temprano. Aquí se muestra la confianza completa
de Abraham en Elohim.
Como señala R. Bendahan, Abraham
conservó el gozo (simjá). Si hubiese caído en tristeza, Abraham habría perdido
la conexión con el Señor. Ello se debe a que el ser humano fiel al Padre sólo
puede estar unido a Él y escucharle, si conserva el gozo. En caso contrario la
comunicación se pierde. Por los versos siguientes vemos que, en diversas
ocasiones durante el relato de Génesis 22, el Padre se comunicó con Abraham,
directamente o a través de un ángel. Aquí, continúa R. Bendahan, encontramos
una enseñanza muy importante para todos nosotros. No debemos permitir que las
circunstancias nos roben la paz o gozo. La prueba de Abraham implicó determinar
si él se mantendría fiel y gozoso en comunión con el Padre, a pesar de la orden
recibida. Es esta capacidad de Abraham de mantenerse en gozo la que hará que
continúe abierta la comunicación con el Padre, lo cual permitirá que, en el
último momento, Abraham escuche el mensaje del Señor en el sentido de que había
superado la prueba y no era necesario el sacrificio humano.
Consideramos que esta enseñanza se
encuentra, en cierto sentido, refutada por el libro de Job y, en cierto
sentido, por Isaías 52 y 53. El siervo sufriente del Señor (Cristo, Job y cada
uno de nosotros pues, como Jesús indicó: “el que quiera venir en pos de mí,
tome su cruz y sígame”, “D-os mío, D-os mío, ¿por qué me has abandonado?”) es
angustiado por el dolor, pierde el gozo y las fuerzas. El dolor es eso, dolor,
real, muy real y nos quebranta tanto física como emocionalmente. Resulta
imposible pedir a un ser humano no sentir dolor e implicaría adicionar culpa a
la persona por sentir dolor. Por ello el acierto de Abraham no puede
encontrarse en perder la cualidad humana de sufrir, experienciar dolor en todos
los sentidos, sino en otro aspecto.
IV.
Génesis
22, versos 12 y 16
Consideramos que la clave del pasaje
se encuentra en los dos versos citados. En los mismos el Señor encuentra a
Abraham como justo al no aferrarse a lo más valioso en su vida, que es la
perspectiva de un futuro, es decir, a su hijo bien amado, su hijo único.
Aquí se observa el paralelismo con los
relatos del bautismo y de la transfiguración de Jesús. En dichas escenas el
Padre adopta a Jesús como su hijo, declarándolo bien amado, en quien deposita
su complacencia. El Padre no se aferró a Jesús, sino que permitió que fuera
muerto a causa de la persecución de los inicuos romanos contra el mensaje de
amor encarnado por Jesús.
La solemnidad de los pasajes de
Abraham y del bautismo y transfiguración de Jesús, nos comunica que aquí se
está expresando una verdad muy importante para la vida cotidiana de las personas.
Esta verdad consiste en que el futuro, el futuro de cada uno de nosotros, no
está en nuestras manos, sino en las del Señor. El Padre es nuestro futuro, tu
futuro, mi futuro, no un hijo, ni la descendencia, ni los frutos que se
consigan con nuestro trabajo, ni tampoco el aporte que podamos hacer a la
sociedad y a las generaciones posteriores. Todo eso se puede perder. Un hijo
puede morir o descarriarse, los frutos del trabajo pueden perderse por un
evento de fuerza mayor o por malas decisiones. El aporte a la sociedad puede
nunca llegar a producirse, por ejemplo, por la mala salud que nos impide
efectuar ese aporte.
El mensaje tranquilizador del pasaje
consiste en que nada de eso debe preocuparnos. Ello se debe a que nuestro
futuro es el Señor, nadie más.
Debemos encontrar el sentido en la
vida al saber que nuestra existencia depende de lo que somos. ¿Qué es lo que
somos? Somos hijos del Señor, imagen Suya, personas que somos amadas para
mostrar amor a nosotros mismos y a los demás, por el simple hecho de amar, sin
merecerlo. Eso es lo que somos. Nuestra existencia no debe basarse ni en lo que
hacemos (lo cual puede malograrse) ni en lo que tenemos (lo que puede
perderse). En palabras distintas podemos decir que el sentido del pasaje es detachment from fruits, attachment only to the L-rd, understood as the
holistic commitment to human dignity and love.
En un primer momento
puede parecer extraño que podamos forjar todo un proyecto de vida basados
únicamente en el amor al Señor, al prójimo y a nosotros mismos. Semeja algo
demasiado abstracto como para basar una vida en ello. Sin embargo, esta es la
majestad de la ley de la libertad en el Padre que es elogiada a lo largo de
todo el Salmo 119 y que es aludida por Saulo en Gálatas como la ley de la libertad
en Cristo Jesús. Es esta majestad a la cual también alude Kant en sus escritos.
Lo único que se
necesita para transformar esta aparente abstracción, en vida cotidiana llena de
sentido, es fe en el Señor, es decir, confianza
en que el sentido de la vida se halla en los caminos del Padre, en que
hemos de amar por cuanto fuimos amados primero, pues Cristo dio su vida en
perdón de nuestros pecados. Parece abstracto, pero se basa en un hecho muy
concreto: el sacrifico del siervo sufriente en propiciación por nuestros
pecados. Somos amados incondicionalmente (por el Señor por medio de Jesús en la
cruz) para que amemos y perdonemos a los demás.
V.
Final…
por ahora
No debe ser
casualidad que esta sea la escuela dominical previa a la Pascua, es decir, al
viernes santo. Estudiando el futuro que Abraham encontró en el Señor, no en su
hijo, nos vemos dirigidos a estudiar el sacrificio del siervo sufriente en
propiciación por nuestros pecados. Este amor de Cristo en la cruz es el amor
que transforma nuestras vidas, al cortar con la costumbre humana de colocar
nuestra disposición en máximas centradas en los goces superficiales, y colocar
nuestra disposición en generar máximas de amor práctico al prójimo (Kant),
alejándonos del pecado y acercándonos a la vid que es el Señor, en quien somos
injertados para vida abundante en solidaridad.
Daniel
Montero Bustabad