jueves, 26 de marzo de 2015

El Futuro de Abraham. Reflexiones sobre Génesis capítulo 22

El Futuro de Abraham y de Sara

Reflexiones sobre Génesis Capítulo 22

Daniel Montero Bustabad


      I.        Preliminar

Génesis capítulo 22 (la akedah) es uno de los textos más importantes de la Biblia. Debido a las dimensiones reducidas de la presente reflexión, no resulta posible tratar dicho capítulo, ni siquiera plantear una introducción al mismo. Nos limitaremos a sintetizar algunas tesis que se han formulado para explicar el texto, así como nuestra perspectiva acerca del mismo.


    II.        Génesis 22 versos 1 a 2

En la Biblia que utilizamos se aduce que la prueba de Abraham consistió en que Elohim le solicitó ofrecer a Isaac, su único hijo, en holocausto (sacrificio). Un expositor comentó que, según una fuente, en algún manuscrito del verso 2 se indica que Elohim requiere a Abraham que tome a su hijo y lo prepare, omitiendo “en holocausto”. Ello quiere decir que Elohim no estaba pidiendo a Abraham que sacrificara a su hijo, sino que lo preparara para entender el significado espiritual del sacrificio de animales, nada más.

Esta tesis podría complementarse con la interpretación del pasaje que ofrece Michael Lerner. Este autor señala que Abraham había sido, en su infancia y juventud, una persona maltratada, lo cual dejó una estela de dolor en la vida adulta de Abraham. Cuando Isaac atraviesa ese período de la vida (infancia-juventud), se presenta a Abraham la tendencia de la sociedad en la que había sido criado, de infligir dolor al hijo, así como Abraham y sus ancestros habían sufrido dolor. Es en este contexto cuando Elohim le pide el sacrificio de Isaac. Elohim (traducido como D-os o d-oses, pues es un término redactado en plural en la Biblia) es la forma de entender la de-idad que tenemos en común todas las personas, judíos o paganos. Lo que tenemos en común todas las personas es el dolor. Por ello Elohim, a través de la voz del dolor acumulado a lo largo de la vida de Abraham, pide el sacrificio de Isaac. Sin embargo, al final del relato, vemos que quien finalmente habla con Abraham no es Elohim, sino el Señor (Tetragrama). El Señor es the power of healing and transformation, la fuerza para sanar nuestras heridas internas y transformar la sociedad en el camino del amor al prójimo. Es el Señor quien comunica a Abraham que cruelty is not destiny, a saber, que la crueldad no tiene por qué repetirse, que podemos encontrar sanidad para nuestras heridas internas y no causar dolor a otras personas. En este sentido, podemos aliviar también el dolor social, transformando la sociedad a través de la solidaridad.

La enseñanza de esta tesis sería que debemos examinar cuidadosamente cuando creemos recibir una orden o enseñanza de parte del Señor. Puede que lo que sintamos no provenga de Él, sino que sea la voz del dolor acumulado en nuestra vida. ¿Cómo distinguir una voz de la otra? Cuando lo que sintamos conlleve, directa o indirectamente, causar un dolor ilegítimo a otra persona (o a nosotros mismos), esa es la voz del dolor. Por el contrario, la voz del Señor propicia la sanidad de nuestras heridas y la participación activa, comprometida con los demás, en aliviar el dolor de todos mediante el amor práctico al prójimo; se trata de ayudar a las personas, tanto manifestando amor directo (por ejemplo, un abrazo, un gesto amistoso, compartir tiempo con una persona, etc.), como amor indirecto (transformando la sociedad de un modo conforme a la ética).

Por nuestra parte, consideramos que resulta dudoso que pueda sostenerse que el texto bíblico omite la frase de preparar a Isaac “en holocausto”. Las versiones cristianas de la Biblia consultadas hacen referencia a tal expresión, lo mismo que dos versiones judías: la inglesa de la Jewish Publication Society (JPS) y la alemana de Martin Buber. Sin embargo, hemos de comentar que el significado general del capítulo, puede entenderse que apunta en la siguiente dirección: El Señor (Tetragrama) no permite el sacrificio de un ser humano. Si el Señor no permitió que el gran patriarca Abraham sacrificara a su hijo, mucho menos nos lo pedirá a nosotros hoy. En efecto, el Pentateuco regula pormenorizadamente los distintos tipos de sacrificios al Señor, que en ningún caso son humanos. Además prohíbe terminantemente sacrificar seres humanos a los d-oses paganos.

Muchos miles de seres humanos son sacrificados a los ídolos del dinero, poder, religión y fama. Esos son d-oses paganos, no el Señor.

En cuanto a la tesis de Michael Lerner, se ha de reconocer que su punto de vista no sería compartido por quienes sostengan una concepción más “literal” de la Biblia. Sin embargo, realiza un valioso aporte, no en cuanto a la interpretación del presente texto bíblico, pero sí en cuanto a la necesidad de discernir cuándo lo que sentimos o escuchamos proviene del dolor acumulado, y cuándo, por el contrario, se trata de inspiración del Señor.


   III.        Génesis 22 verso 3. Posteriormente versos 9, 11, 13, 15 y siguientes

Kierkegaard subraya la actitud de Abraham. Ante una noticia tan grave como lo es la orden de sacrificar al hijo unigénito, uno pensaría que Abraham caería en tristeza y se levantará tarde el día siguiente. Sin embargo, el texto bíblico es contundente. Abraham actuó con toda diligencia, levantándose temprano. Aquí se muestra la confianza completa de Abraham en Elohim.

Como señala R. Bendahan, Abraham conservó el gozo (simjá). Si hubiese caído en tristeza, Abraham habría perdido la conexión con el Señor. Ello se debe a que el ser humano fiel al Padre sólo puede estar unido a Él y escucharle, si conserva el gozo. En caso contrario la comunicación se pierde. Por los versos siguientes vemos que, en diversas ocasiones durante el relato de Génesis 22, el Padre se comunicó con Abraham, directamente o a través de un ángel. Aquí, continúa R. Bendahan, encontramos una enseñanza muy importante para todos nosotros. No debemos permitir que las circunstancias nos roben la paz o gozo. La prueba de Abraham implicó determinar si él se mantendría fiel y gozoso en comunión con el Padre, a pesar de la orden recibida. Es esta capacidad de Abraham de mantenerse en gozo la que hará que continúe abierta la comunicación con el Padre, lo cual permitirá que, en el último momento, Abraham escuche el mensaje del Señor en el sentido de que había superado la prueba y no era necesario el sacrificio humano.

Consideramos que esta enseñanza se encuentra, en cierto sentido, refutada por el libro de Job y, en cierto sentido, por Isaías 52 y 53. El siervo sufriente del Señor (Cristo, Job y cada uno de nosotros pues, como Jesús indicó: “el que quiera venir en pos de mí, tome su cruz y sígame”, “D-os mío, D-os mío, ¿por qué me has abandonado?”) es angustiado por el dolor, pierde el gozo y las fuerzas. El dolor es eso, dolor, real, muy real y nos quebranta tanto física como emocionalmente. Resulta imposible pedir a un ser humano no sentir dolor e implicaría adicionar culpa a la persona por sentir dolor. Por ello el acierto de Abraham no puede encontrarse en perder la cualidad humana de sufrir, experienciar dolor en todos los sentidos, sino en otro aspecto.


  IV.        Génesis 22, versos 12 y 16

Consideramos que la clave del pasaje se encuentra en los dos versos citados. En los mismos el Señor encuentra a Abraham como justo al no aferrarse a lo más valioso en su vida, que es la perspectiva de un futuro, es decir, a su hijo bien amado, su hijo único.

Aquí se observa el paralelismo con los relatos del bautismo y de la transfiguración de Jesús. En dichas escenas el Padre adopta a Jesús como su hijo, declarándolo bien amado, en quien deposita su complacencia. El Padre no se aferró a Jesús, sino que permitió que fuera muerto a causa de la persecución de los inicuos romanos contra el mensaje de amor encarnado por Jesús.

La solemnidad de los pasajes de Abraham y del bautismo y transfiguración de Jesús, nos comunica que aquí se está expresando una verdad muy importante para la vida cotidiana de las personas. Esta verdad consiste en que el futuro, el futuro de cada uno de nosotros, no está en nuestras manos, sino en las del Señor. El Padre es nuestro futuro, tu futuro, mi futuro, no un hijo, ni la descendencia, ni los frutos que se consigan con nuestro trabajo, ni tampoco el aporte que podamos hacer a la sociedad y a las generaciones posteriores. Todo eso se puede perder. Un hijo puede morir o descarriarse, los frutos del trabajo pueden perderse por un evento de fuerza mayor o por malas decisiones. El aporte a la sociedad puede nunca llegar a producirse, por ejemplo, por la mala salud que nos impide efectuar ese aporte.

El mensaje tranquilizador del pasaje consiste en que nada de eso debe preocuparnos. Ello se debe a que nuestro futuro es el Señor, nadie más.

Debemos encontrar el sentido en la vida al saber que nuestra existencia depende de lo que somos. ¿Qué es lo que somos? Somos hijos del Señor, imagen Suya, personas que somos amadas para mostrar amor a nosotros mismos y a los demás, por el simple hecho de amar, sin merecerlo. Eso es lo que somos. Nuestra existencia no debe basarse ni en lo que hacemos (lo cual puede malograrse) ni en lo que tenemos (lo que puede perderse). En palabras distintas podemos decir que el sentido del pasaje es detachment from fruits, attachment only to the L-rd, understood as the holistic commitment to human dignity and love.  

En un primer momento puede parecer extraño que podamos forjar todo un proyecto de vida basados únicamente en el amor al Señor, al prójimo y a nosotros mismos. Semeja algo demasiado abstracto como para basar una vida en ello. Sin embargo, esta es la majestad de la ley de la libertad en el Padre que es elogiada a lo largo de todo el Salmo 119 y que es aludida por Saulo en Gálatas como la ley de la libertad en Cristo Jesús. Es esta majestad a la cual también alude Kant en sus escritos.

Lo único que se necesita para transformar esta aparente abstracción, en vida cotidiana llena de sentido, es fe en el Señor, es decir, confianza  en que el sentido de la vida se halla en los caminos del Padre, en que hemos de amar por cuanto fuimos amados primero, pues Cristo dio su vida en perdón de nuestros pecados. Parece abstracto, pero se basa en un hecho muy concreto: el sacrifico del siervo sufriente en propiciación por nuestros pecados. Somos amados incondicionalmente (por el Señor por medio de Jesús en la cruz) para que amemos y perdonemos a los demás.


   V.        Final… por ahora

No debe ser casualidad que esta sea la escuela dominical previa a la Pascua, es decir, al viernes santo. Estudiando el futuro que Abraham encontró en el Señor, no en su hijo, nos vemos dirigidos a estudiar el sacrificio del siervo sufriente en propiciación por nuestros pecados. Este amor de Cristo en la cruz es el amor que transforma nuestras vidas, al cortar con la costumbre humana de colocar nuestra disposición en máximas centradas en los goces superficiales, y colocar nuestra disposición en generar máximas de amor práctico al prójimo (Kant), alejándonos del pecado y acercándonos a la vid que es el Señor, en quien somos injertados para vida abundante en solidaridad.


Daniel Montero Bustabad