La Iglesia ante el Reto de la Discapacidad:
Introducción a Hechos 3: 1-11.
Daniel Montero Bustabad
www.danielmontero.es
I. Introducción.
El objetivo de la presente homilía consiste en explicar el siguiente apotegma: La Iglesia, como Cuerpo de Cristo, es la principal respuesta de D-os a la discapacidad.
Vivir cerca de una persona con discapacidad implica afrontar diariamente una férrea lucha contra las limitaciones, desarrollando un carácter proactivo, que asuma la responsabilidad por la propia vida y de aquellos que dependen de nosotros. Se trata de enfrentar las limitaciones con fuerza de voluntad, empeño y lucha.
Sin embargo, no todo en la vida con discapacidad es lucha. Existe un espacio para la creatividad, para el amor, para darse a los demás a través del trabajo diario. Un ejemplo de esto son los postres que hoy comparto con ustedes. Son elaborados por la hija de una amiga, quien convive con la discapacidad.
Dentro de este espacio esperanzador de la discapacidad, ámbito de creatividad y de dadivosa entrega a los demás, se encuentra la Iglesia. La Iglesia es el Cuerpo de Cristo, la presencia de Cristo resucitado en medio de nosotros (J.A. Ramos). Por ello la Iglesia es, y debe ser, la principal respuesta de D-os ante el reto diario que implica vivir una vida junto a una persona con discapacidad.
II. Discapacidad en el Mundo Antiguo… y no solo en el Mundo Antiguo.
Una apretada síntesis de la vida de las personas con discapacidad en el Mundo Antiguo, nos muestra dos grandes dificultades:
a) La ausencia de un sistema público de ayuda social.
En el Mundo Antiguo no existía un Estado social (valga el anacronismo), estructuras públicas de apoyo a las personas con discapacidad y sus familias. Si una persona, por ejemplo un cojo, a causa de su discapacidad, no podía trabajar en las labores del campo para recoger espigas o productos agrícolas, esa persona no recibía ningún tipo de ingreso económico . Dependía de los recursos de sus familias… En caso de familias pobres, el discapacitado necesitaba mendigar para no morirse de hambre.
b) La culpabilidad.
Diversos testimonios bíblicos nos muestran indicios de una opresión psicológica en contra de las personas con discapacidad. En Ezequiel 18, nuestro D-os muestra, por medio del profeta, que él no acepta la creencia popular que considera que quien padece dolor, sufre por su propia culpa o pecado. El libro de Job nos transmite el mismo mensaje. Finalmente, en un pasaje del Evangelio de Juan (Juan 9: 1-3), los discípulos, teniendo a la vista a un discapacitado, le preguntan a Jesús quién pecó: si fue el discapacitado o si fueron sus padres. Los discípulos, desafortunadamente, no ponían en duda que ser discapacitado era consecuencia de la culpa. Jesús enfrentó su error con la verdad.
Lo anterior significa que el discapacitado y su familia vivían con mucho dolor. Dolor por las limitaciones económicas, por tener que mendigar, y por la culpa y rechazo con que la sociedad los castigaba… y los castiga hoy día.
Aunque ha habido importantes avances, todavía enfrentar una vida con discapacidad es un reto duro, por el débil apoyo de las instituciones públicas a la discapacidad. También, en gran medida, se culpabiliza al discapacitado por sentirse mal. En especial ciertas corrientes psicológicas que vulgarizan la psicología cognitivo-conductual, culpan a quien sufre, por tener spupuestas “creencias irracionales”; no tienen la honestidad necesaria para aceptar que mucho del dolor de la vida depende de la química del cuerpo (fisiología) u otros factores externos, no de creencias o ideas de las personas.
III. Breve Apunte sobre la Respuesta de Jesús a la Discapacidad.
Jesús, nuestro salvador, vivió una existencia íntegra, dedicada a amar incondicionalmente, de forma práctica, a todas las personas… incluyendo las discapacitadas (enfermos, discapacitados en sentido estricto, pobres, mujeres y otras personas excluidas por la sociedad) y pecadores; fue un sacrificio santo en expiación de nuestros pecados. Una proporción muy importante del ministerio público de Jesús, fue dedicada a amar, ayudar y apoyar a las personas con discapacidad. En forma muy esquemática, veamos algunos aportes de la vida y enseñanzas de Jesús, de especial relevancia para enfrentar la discapacidad:
a) El amor al prójimo como solidaridad universal.
Preguntado por cuál es el principal mandamiento, Jesús respondió muy claramente (Marcos 12: 28-34): Respetar la unidad de D-os, amar al Padre y amar al prójimo. La forma de amar de Jesús contrasta muy fuertemente con el “amor” del mundo actual. En la vida cotidiana, encontramos que el promedio de personas “aman” y ayudan sólo a quienes forman parte de su familia, o a aquellas personas de quienes recibimos un beneficio, actual o potencial; se ama a quienes comparten las ideas, afiliaciones o intereses de uno y adoran el dinero. Todas las demás personas son tratadas con indiferencia.
El mensaje de Jesús (tanto mediante enseñanzas, como por su conducta) muestra un amor totalmente diferente de ese “amor”; el amor de Jesús es entrega y solidaridad con todas las personas. Jesús ama a los pobres y a los extranjeros (tal como enseña Levítico 19: 32-35), a los enemigos (tal como nos manda amar Levítico 19:18, Éxodo 23: 4-6), a los pecadores y a todas las personas que no comparten nuestros intereses y de quienes no nos vamos a beneficiar.
Jesús muestra el amor incondicional del Padre. Es este amor verdadero la solidaridad universal, que es la primera respuesta de D-os a la discapacidad. El mayor deseo de la persona es ser amada incondicionalmente, y este es el amor que mostró Jesús. D-os a través de Jesús nos muestra el verdadero amor, para animarnos a hacer lo mismo, es decir, a abrirnos a la acción del Espíritu para llevar el amor del Padre a los demás. Este amor de manifiesta de múltiples maneras, desde dar apoyo moral a interesarse por el otro y ayudarle en todo sentido, incluso económicamente.
b) La fe.
Albert Nolan ha dedicado páginas luminosas a analizar el papel que Jesús le dio a la fe. Señala cómo Jesús reitera, a lo largo de su ministerio, siempre que puede: “tu fe te ha salvado”. ¿Cómo es posible que la fe marque una diferencia en la vida de una persona que convive con un discapacitado? 1) En primer lugar, al abrirnos a D-os confesando nuestros pecados y pidiéndole que Él nos perdone y sea nuestro Señor, es decir, lo más importante de nuestra vida. 2) En segundo lugar, al entender que el Padre ha creado un mundo bueno (Génesis 1) y que, parte de la bondad de ese mundo redimido por Cristo, se encuentra al saber que el bien va a triunfar definitivamente gracias a D-os; este triunfo inminente del bien se ve también en forma de milagros. El creyente que convive con la discapacidad está siempre abierto al milagro de D-os.
IV. El Mensaje de Hechos 3: 1-11.
a) El contexto previo.
Los versos previos al texto indicado, nos relatan la venida del Espíritu Santo a la Iglesia, así como el amor verdadero, solidaridad universal, entre los seguidores de Cristo: “Hch 2:41-47 Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos”.
Este amor verdadero se manifiesta en agradecer al Padre, compartir juntos, en la apertura a los dones espirituales y a los milagros verdaderos que glorifican a D-os (no a los hombres), así como en la solidaridad económica. Los pobres recibían una fuerte ayuda económica de quienes tenían recursos, con la finalidad de expresar el amor al prójimo.
b) Temas Clave del Texto:
Los discípulos eran judíos observantes, que oraban en las horas preceptivas.
A ellos se acerca un cojo, pero no un cojo cualquiera, sino uno de nacimiento, evidencia de su dolor y la profundidad de su discapacidad.
Debido a la falta de apoyo económico, debía mendigar.
El cojo piensa que Pedro y Juan le iban a dar dinero. El cojo está habituado a un mundo similar al nuestro, en el que todo se mide por dinero. Las personas son valoradas por lo que tienen (no por lo que son) y se adora el dinero (Marcos 10: 23-31) y el poder (idolatría disfrazada, Éxodo 20). Por estar habituado a un mundo pecador, el cojo intenta relacionarse con Pedro y Juan, sobre la base de lo que él conoce: el dinero.
Sin embargo, Pedro y Juan, siguiendo el mensaje de Jesús, rechazan el dinero como el centro de la vida. Al decir que no tienen plata ni oro, en realidad están comunicando que sus vidas no se basan en el dinero, sino en el Padre que actúa por medio de Cristo. Pedro y Juan no se someten al dinero, sino que acuden al Padre, en el nombre de Jesús, para invocar el milagro de la sanidad en el cojo. El Padre honra a Cristo al traer sanidad.
En Pedro y Juan se unen el amor incondicional de Jesús como solidaridad universal, la importancia de la fe en el ministerio público de Jesús, así como la vivencia de estas enseñanzas en el Cuerpo de Cristo, para ser de bendición a esta persona discapacitada. De este modo se hace realidad la profecía de Isaías 33: 23 y, en cierto sentido, Isaías 56.
c) El contexto posterior.
Los versos siguientes al texto aludido nos muestran a Pedro y Juan testificando de Cristo a la multitud que acudía al Templo. El amor verdadero, transformado en milagro, abre la puerta de los corazones, para gloria del Padre y edificación de las personas, llamándolas al arrepentimiento y a depositar la fe en D-os, en el nombre de Jesús.
IV. La Iglesia Actual ante el Reto de la Discapacidad.
¿Qué nos dicen los textos citados a nosotros hoy, miembros del Cuerpo de Cristo? Nos llaman a:
a) Depositar nuestra fe en el Padre en el nombre de Cristo, y a hacer de D-os nuestro Señor, lo más importante de nuestra existencia.
b) Confiar en que D-os garantiza que el bien triunfará y, como el bien triunfará, debemos vivir abiertos a la posibilidad del milagro. Si el mismo no se produce, no debemos sembrar una raíz de amargura, sino continuar día a día en la dirección correcta, amando al Padre y al prójimo.
c) Abrirnos al Espíritu Santo para manifestar a los demás, en la vida cotidiana, el amor verdadero como solidaridad universal. Esa solidaridad incluye mostrar afecto e interés por las personas (incluyendo los discapacitados), brindar apoyo moral y cariño. Ello para todas las personas, no solo los que nos caen bien, ni solo a aquellos con quienes compartimos origen, intereses o creencias similares.
d) Ayudar económicamente a los necesitados, incluyendo los discapacitados que puedan necesitar de nosotros.
e) Luchar porque la salud y otros servicios esenciales para la dignidad de la persona humana (educación, medios básicos de vida, etc.), no estén reservados a los que tienen dinero, sino que las instituciones provean estos servicios para todos, de forma gratuita. Del mismo modo que la respuesta de Pedro y Juan a la discapacidad, consistió en manifestar que la salud no debe depender del dinero, así nosotros, como ciudadanos cristianos, debemos exigir a las instituciones, públicas y privadas, proveer los medios básicos de la vida a todas las personas (incluyendo los discapacitados), de forma gratuita.
V. Conclusión.
Debemos recordar, siguiendo a Michael Lerner, el viejo comentario rabínico que decía que todos los israelitas que cruzaron el Mar Rojo eran discapacitados. Hemos de reconocer que, en uno u otro sentido, cada uno de nosotros somos discapacitados. Todos necesitamos desesperadamente recibir amor incondicional; anhelamos aceptarnos tal como somos y ser amados; además cada persona posee puntos débiles, y aspectos de la vida que son fuente de constante dolor. Todos debemos reconocernos como hermanos en cuanto al dolor. Aceptándonos como hermanos en el sufrimiento, podemos mirar al Padre y al Siervo Sufriente, Jesús (Isaías 52-53, Levine), y rogar de D-os sanidad para nosotros mismos, sanidad para los demás y sobre todo, pedirle que seamos instrumentos de su paz, al servicio de los demás (Levine), en solidaridad universal. De este modo la justicia se concibe como el compromiso de la persona con los demás, para superar las causas de opresión, de cualquier tipo de opresión, sea económica, física, psicológica o espiritual (Zagrebelsky). Es esta justicia (Deuteronomio 6: 23-25) la que brota de un corazón redimido (Deuteronomio 6: 17-18, Deuteronomio 10: 16 y siguientes, Deuteronomio 30: 6, Jeremías 31: 28-37) y es vida en salvación. Seremos juzgados sobre la base de si cumplimos o no con esta justicia de perdón y ayuda a los demás (Mateo 25: 31-46).
Abramos nuestros corazones al Señor, para que, reflejando esta justicia, seamos bendición para todas las personas, incluyendo las discapacitadas y para que, de este modo, la Iglesia sea la principal respuesta de D-os al reto que implica la discapacidad.
Daniel Montero Bustabad
www.danielmontero.es
Bibliografía
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Kant, Immanuel. Groundwork of the Metaphysics of Morals. Reino Unido, Cambridge University Press, 1998.
Nolan, Albert. ¿Quién es este hombre? Cantabria, Sal Terrae, 2011.
Zagrebelsky, Gustavo. La exigencia de justicia. Madrid, Trotta, 2006.
Anexo: Artículo 3 del Código Civil de España.
3. 1. Las normas se interpretarán según el sentido propio de sus palabras, en relación con el contexto, los antecedentes históricos y legislativos, y la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas, atendiendo fundamentalmente al espíritu y finalidad de aquéllas.
2. La equidad habrá de ponderarse en la aplicación de las normas, si bien las resoluciones de los Tribunales sólo podrán descansar de manera exclusiva en ella cuando la ley expresamente lo permita.
4. 1. Procederá la aplicación analógica de las normas cuando éstas no contemplen un supuesto específico, pero regulen otro semejante entre los que se aprecie identidad de razón.