sábado, 3 de octubre de 2015

Oikos

Oikos



¿Cómo es la Iglesia Oikos? ¿Cómo es el pastor? ¿Y la familia pastoral? ¿A qué podré compararlos?

He aquí la respuesta:

Las personas navegamos en un mar turbulento, en medio de una espesa oscuridad de densas tinieblas, que representan el pecado de la indiferencia, el egoísmo, la superficialidad y el materialismo. Hoy se dice “tanto tienes, tanto vales”, para expresar que se valora a las personas por el dinero que poseen, no por ser humanos. A nadie le importa nadie, casi ninguna persona ayuda a otros desinteresadamente. Son muy pocos los que aman a D-os y al prójimo sinceramente. Esto es lo que representan las densas tinieblas, la tormenta y el mar embravecido, que azotan con fuerza las naves que son las vidas de cada uno de nosotros, amenazando con hundir nuestras embarcaciones, es decir, nuestras vidas. Es el peligro que representa una sociedad pecaminosa, consumista superficial, indiferente al sufrimiento, tacaña; las personas buscan, infructuosamente, en lo material, un sentido para sus vidas, pues se sienten vacías por dentro, sin nada que satisfaga su sed, y en ese vacío perecen.

¿Qué podemos hacer? ¿Estamos condenados a perecer hundidos en el turbulento mar del pecado de la indiferencia, el rechazo y la superficialidad?

La respuesta del Señor a este caos, está simbolizada en un faro, una luminaria que se yergue en medio de la tormenta y nos marca el camino de la salvación, para no perecer en la turbulencia, sino para encontrar el camino a tierra firme, a casa. Cristo es el cimiento, la base bajo tierra que enraíza y da fuerza al faro, para que éste sea sólido y bien asentado, que resista hasta el viento más embravecido y garantice su permanencia a pesar de cualquier circunstancia.

Sobre el fundamento (cimiento) que es Cristo, se levanta el vástago o cuerpo del faro, que llega hasta lo más alto. Este cuerpo del faro, que inicia en el suelo y llega a las alturas, es la Iglesia. La Iglesia hace presente en la vida el cimiento que es Cristo y lo lleva a la vida cotidiana de la humanidad. Como congregación, somos nosotros las manos y los pies de Cristo en este mundo, es decir, nuestra vocación consiste en llevar a todas las personas el amor incondicional del Señor. La vocación de la Iglesia es, por una parte, llamar a la conversión a todas las personas, invitarles a aceptar al Señor como el centro de sus vidas, arrepintiéndose de sus pecados; de otro lado, hemos de amar incondicionalmente a las personas, es decir, amarlas por el simple hecho de ser personas, sin exigir nada a cambio, ni restringir nuestro amor, limitándolo sólo a los que creen lo mismo que nosotros, o a los que tienen dinero o cierta posición. Jesús nos llama a amar a todos los humanos tal como son, sin exigirles nada; como fruto de ese amor, hemos de dar pan al hambriento, ropa al pobre, cobijo y protección al desamparado, ayuda al extranjero y cariño al solitario (Levítico 19:18, Levítico 19: 32 y siguientes, Mateo 25: 31 y siguientes).

Por otra parte, los faros que conocemos culminan en una luz; sin embargo, el faro que es la Iglesia, contiene múltiples luminarias, que somos cada uno de nosotros, los llamados por Cristo a ser la luz de este mundo; ello quiere decir que vivimos bajo el deber de reflejar en nuestras vidas rectas la luz de amor de nuestro D-os, y de transmitir este cariño solidario a todas las personas. Una de estas luces es el pastor de la Iglesia Oikos, cuyo brillo se acrecienta con la luminosidad de su familia. Esto se debe a que un pastor brilla si su familia lo respalda, pues si su familia vive en la oscuridad, la luz del pastor queda oculta. Damos gracias al Señor por la luz que Él deposita en el pastor y cómo este fulgor es acuerpado por el resplandor de la familia pastoral.

Este es también el testimonio de mi devenir personal: Viviendo en este barrio, buscaba en medio de las tinieblas un haz de luz que representara el Camino (Derekh Torah). Entonces hallé la Iglesia Oikos. Llamó poderosamente mi atención la luminosidad de la predicación del pastor. Uno que conoce de predicaciones por ser hijo, nieto, etc. de pastores, puede reconocer cuándo se explica la Palabra con pureza. En el caso del pastor, pude distinguir una diferencia cualitativa a su favor, que destaca en medio de los predicadores usuales. Sus sermones reflejan de un modo muy especial la pureza de la Palabra de nuestro D-os. Asimismo me impactaron su amistad, su sencillez, accesibilidad, su interés sincero por las personas, buena muestra del amor al prójimo que inspiró a Cristo. Asimismo destacan las cualidades de su familia, su afecto, calidez y amistad para todas las personas.

Es por ello que el día del pastor y el día de la familia pastoral, son la ocasión propicia para agradecer a nuestro Señor por la vida del pastor y su familia, por su amor, pureza de Palabra, amistad, cariño y solidaridad. Es también un momento adecuado para rogar a nuestro D-os para que continúe manifestándose a través de la vida del pastor y de su familia, y rogar que Él supla los anhelos más profundos de sus corazones.


Asimismo este día es un instante valioso para recordar el llamamiento del Señor a invitarle a que Él sea el centro de nuestras vidas, a arrepentirnos de nuestros pecados y a rogarle que nos permita reflejar, de una manera práctica, su amor por las personas, ayudando a los demás, tal como Jesús lo hizo. Es decir, este es el día de invitarnos a ser un faro de luz en medio de la oscuridad, iluminando el camino de la existencia, cuyo fulgor es el Señor. 

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