¿De qué sirve la Navidad?
Daniel Montero Bustabad
www.danielmontero.es
Mis mejores deseos
para su distinguida persona en estas fechas tan entrañables. Me gustaría que
reflexionemos juntos acerca de la Navidad. La importancia de este análisis
consiste en que, si lo omitimos, el ajetreo de estas fechas hará que pasemos de
largo por esta época, sin que podamos apreciarla de verdad, extraer de ella su
sentido, y aquello que puede llenarnos por dentro, con una plenitud muy
especial.
En este sentido,
muchas personas son atrapadas en las redes del consumismo; compran para
sentirse mejor, incurren en deudas, y vuelven a comprar para superar el estrés
y así sucesivamente… sin percatarse de que consumir no nos llena por dentro, ni
otorga plenitud a la Navidad.
Vivimos en una
sociedad parcialmente manipulada, en el que los medios de masas y muchas
personas, transmiten el mensaje erróneo de “tanto tienes, tanto vales”. Los
humanos se valoran por lo que tienen, por el beneficio que me pueden dar, por
lo bien que me siento con esa persona, o con cualquier tipo de ventaja que
pueda tomarse de estar en relación con dicho individuo. No se valora a la
persona por lo que es, sino por lo que tiene. A ello se suma que muchas veces,
contra nuestra propia voluntad, consciente o inconscientemente, ese mensaje
equivocado nos manipula, y empezamos a medirnos a nosotros mismos, o a los
demás, por lo que tienen.
El ser humano vive
con un deseo muy profundo de ser amado de modo incondicional, por lo que se es
como persona, no por lo que se tiene ni por lo que se ha hecho o se hace. Este
deseo es una sed de aprecio verdadero, de sentirse amado e importante por lo
que se es. No me refiero al amor romántico, que también es importante, sino a
un tipo de amor todavía más relevante. Es el ansia de eternidad del ser humano,
es decir, la necesidad de ser apreciado como tal persona, de verdad, sin que se
le pida a uno nada a cambio.
Una buena
evidencia de lo parcialmente manipulada que está nuestra sociedad, se encuentra
al percatarse de que casi no existen grupos de personas que se reúnan bajo el
alero de amar incondicionalmente a las personas, independientemente de lo que
esas personas receptoras del amor piensen, sientan o hagan. Por ejemplo, los
clubes y lugares de diversión se destinan a las personas que puedan pagar por
el tiempo de ocio, y las prestaciones se limitan al ocio contratado, no a las
necesidades profundas de las personas, como el amor incondicional. Los grupos
políticos aglutinan gentes que comulgan con un mismo modo de pensar, de modo
que quedan excluidos quienes tienen otras ideas. Muchísimos grupos religiosos
toman un credo como su centro, de modo que quedan fuera de su fraternidad
quienes profesan otro credo, o ninguno. Las organizaciones no gubernamentales
se ciñen a organizar que determinadas personas aporten servicios a gentes con
unas situaciones determinadas. El voluntario que ofrece su dinero o sus
servicios, es un simple recurso que emplea la organización. El voluntario no
puede esperar que la organización le satisfaga su profunda necesidad de ser
amado incondicionalmente. Tampoco la organización vela por suplir la totalidad
de las necesidades de la persona como ser integral que se es, con necesidades
no solo materiales, sino también de afecto, de romance, de un sentido para la
vida y de salud para su cuerpo y mente. Por el contrario, la organización no
gubernamental se limita a un abanico muy concreto de necesidades, especialmente
materiales, de las personas que reciben la ayuda. Quedan sin cubrir las demás
necesidades de la persona, y la totalidad de las necesidades de quien realiza el
voluntariado. Tampoco con los amigos se puede contar en la sociedad actual.
Ello se debe a que la gran mayoría de las amistades son interesadas, pues
comparten tiempo en tanto y en cuanto haciéndolo se obtenga una ventaja. Falta
aquello que pueda satisfacer el ansia de afecto incondicional.
Con lo anterior no
pretendemos ni criticar a los partidos políticos ni a las organizaciones no
gubernamentales, sino sólo apuntar a la existencia de una necesidad profunda en
las personas, a la que no se encuentra respuesta en la sociedad actual: el amor
incondicional.
Hace tiempo
formulé una respetuosa pregunta a un distinguido sociólogo no creyente: “La
sociedad se ha estructurado en familia, Iglesia y Estado. ¿Cuál es la
alternativa que se propone a esta estructuración de la sociedad? ¿Cuál es la
alternativa a la familia, la Iglesia y el Estado?” El maestro me contestó que
lleva años reflexionando sobre ese tema, y no encuentra respuesta.
¿Qué tipo de
sociedad proponer, que satisfaga las necesidades, no sólo materiales de la
persona, si partimos de las deficiencias actuales de las familias, las Iglesias
y el Estado? Estas deficiencias se centran en las dificultades que hemos
apuntado, de modo que no se satisface la necesidad humana de amor
incondicional, independientemente del credo, las ideas, los sentimientos y las
conductas pasadas o presentes de la persona.
Un ejemplo
hipotético que podemos formular consiste en aquella persona atea, sin familia, en
edad senil, que lucha no solo con el deterioro de su cuerpo, sino también con
discapacidades mentales. Esta persona no será admitida como miembro de una
Iglesia tradicional por no compartir el credo. Tampoco el Estado actual está en
condiciones de suplir ni siquiera sus necesidades de salud; mucho menos cuenta
con recursos para orientar a la persona en su búsqueda de afecto incondicional.
Es en este momento
cuando irrumpe el mensaje de la Navidad. Cuando la persona se encuentra al
borde de la desesperación, cuando, por tanto, ha perdido la esperanza de ser
amada incondicionalmente, se encuentra con una noticia. Ha nacido el Menschenfreund (C.P.E. Bach), el amigo del humano, quien lo ama
incondicionalmente. No estamos solos en la vida, ni existe un motivo para
desesperar. Hoy ha nacido en Belén la respuesta al deseo más profundo del
humano. Cada día puede nacer, en el Belén que es nuestro corazón, el mensaje de
Jesús, si se lo permitimos.
El amor de D-os
significa el compromiso integral con la causa de tratar a cada persona como un
auténtico fin en sí misma, no como un medio o instrumento para otra finalidad,
sin importar cuán patriótica, sagrada o relevante sea esa otra finalidad. En
otras palabras, encontramos a D-os allí donde vemos el amor al prójimo en
acción. Pero D-os no es una palabra, ni es una idea, ni un algo abstracto. D-os
es amor en acción. En Jesús, nacido hoy en Belén, vemos el amor incondicional
de D-os actuando, llegando a cada ser humano para llenar el corazón de quienes
lo aceptan como el centro de su vida. Esa sed de ser amados es colmada por D-os
mediante el testimonio de Jesús.
En Jesús vemos el
amor al prójimo manifestarse en su máxima expresión, por lo cual vemos a D-os
lo más cerca posible del ser humano. Jesús amó de una manera práctica a las
personas más necesitadas. Se trata de aquellas personas que no recibían amor
incondicional porque eran despreciadas, o porque eran pobres o enfermos, de
modo que nadie podía beneficiarse de su amistad; por ello quedaban en soledad,
en lo profundo de su ser. Todo esto cambia con Jesús. Su amor práctico empodera
las personas, responde a sus necesidades y colma el corazón de amor. Empero,
por encima de todo, Jesús es el llamado al arrepentimiento, al cambio, a
confesar nuestros pecados y a pedir perdón a D-os, aceptándolo como el centro
de la vida. El camino verdadero comienza con la humildad de pedir perdón y de
solicitar a D-os ser el centro de nuestra existencia.
A partir de este
encuentro personal con D-os, nacemos a una nueva vida, una existencia en la
cual somos amados incondicionalmente y llamados a amar de ese modo a las demás
personas, de una forma práctica. Ahora que hemos encontrado la respuesta a la
necesidad más profunda del humano, recibimos la vocación de amar de verdad a
los demás. No se trata de un sentimiento de amor, ni de un discurso superficial
de emotividad. Se trata de una apelación a una conducta de darse a sí mismo y
de compartir con todos, incluyendo lo más necesitados. Somos salvos para amar.
Este es el
verdadero significado de la Navidad, es el mensaje auténtico que nos puede dar
alegría en estas fechas tan memorables. Es lo que evita que la Navidad nos deje
vacíos por dentro… y vacíos en la billetera. La Navidad puede ser una
experiencia de sentirnos llenos en nuestras necesidades más profundas, de ser
satisfechos. La decisión depende de usted, querida lectora, querido lector. Le
animo a confesar los pecados a D-os (el egoísmo y la omisión de ayudar a los
demás, etc.), a pedirle perdón en el nombre de Jesús, y a invitar a D-os a ser
el centro de su vida. De este modo usted nacerá a una auténtica vida de
Navidad, al nacer hoy Jesús en el Belén de su corazón.
Este mensaje de
salvación hemos de vivirlo en lo profundo de nuestro ser, en nuestras
relaciones con los demás… y también como parte de la Iglesia. Hemos de trabajar
para que la Iglesia ame incondicionalmente a todas las personas, para que no
excluya a las personas que no comparten ciertas ideas, credos o tradiciones.
Todos debemos ser amados por la Iglesia.
En respuesta a la
pregunta de cuál es la alternativa a la estructuración de la vida en sociedad
mediante familia, Iglesia y Estado, hemos de responder que D-os nos llama a
trabajar para que reformemos desde dentro las familias, las Iglesias y los
Estados, de modo que estos lleguen a amar y a ayudar incondicionalmente a las
personas, para que, de este modo, nazca la Navidad en la familia, en la
Iglesia, en el Estado… y en nuestros corazones.
Daniel Montero Bustabad
www.danielmontero.es